sábado, 5 de marzo de 2016

DECLARADA INSTIGACIÓN


“el cuerpo de una mujer es como un violín: se necesita un músico fantástico para tocarlo bien”. JD Salinger

Deja tu mano buscar las íntimas fisuras por donde se vierte tu placer negado por pudor o por temor o por vergüenza, deja la yema de tu dedo rotar con lenta voluptuosidad sobre la tierna capucha del capullo esencial, humedece tu dedo du coeur surcando tu vulva, empápalo de ti y sorbe tu néctar como una abeja egoísta con su flor incendiada. Asume la densidad carnal de tu cuerpo y vuela, boga, repta, desciende a las cloacas de tus instintos, sumérgete en esos densos líquidos tibios y prohibidos, aguza tus sentidos para sentirte hembra en un penetrante parpadeo continuo, siente ese hormigueo que va subiendo por tus piernas que se ponen en tensión hasta que explotas como si todo tu cuerpo se descontracturase, siente impúdicos insectos moviéndose y chapoteando en tus sensibilizados genitales, siente como si en el interior de tu vagina estuviese revoloteando sus alas una desesperada mariposa liberada, siente como si tu clítoris vertiese una lenta agua caliente y ahógate en ella hasta el último espasmo. Quiebra el vidrio de tu burbuja, desátate, vuélcate bocabajo en tu lecho y hunde tu rostro en la almohada, gime mordiéndola, respira apenas, sofocada por los ardores y los goces incontenibles, erotízate de ti misma, navega por la furiosa tormenta de tus deseos suspirando estremecida, busca el esplendor del destello del orgasmo mientras muerdes tus labios con salvaje lujuria. Y quédate quieta después, sin pensar en nada, hasta que tu agitada respiración recupere su rutina sin sentido y te duermas laxa, saciada, vacía, sonriendo para tus adentros. Solo eso, engolosínate enceguecida en ti misma y olvídate de ese ahora pervertido la mañana siguiente.


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