lunes, 21 de marzo de 2016

VENCER EL TIEMPO


No es la edad ni los años antiguos ni los recién vividos, ni la piel que envejece en tu innata dulzura, ni tu cuerpo macerado en tus ternuras, ni el tiempo que no te alcanza o las horas que se te hacen pocas, es el miedo a revivir un fuego que te quemaba, a incinerarte otra vez una tarde entre mis brazos, es el pánico a la desnudez trabada y frotante de ambos bajo las sábanas, a los besos perversos de tu amigo/amante que devolverías con creces compartiendo los deseos y las ganas de vivir aquella misma intensidad, es el temor atávico a mi lengua atrapada en el vicio de lamer tu rosa hendiéndola bajo el murmullo de tu goce. Es que el tiempo no pasa para nosotros, por eso te excitan tanto mis palabras y por eso te has atrevido a decirlo al sentir la vigencia del sexo palpitando en tus venas, en tus poros, en tu sexo, en la vigente sensibilidad de tus pezones. Y no temas ser madura y tímida, no es un pecado capital, es el juego de la vida que nos va quitando con evanescentes pausas los accesos a los goces para que vayamos buscando la puerta al jardín de los olvidos. ¡Rebélate! ¡Vive!, experimenta la delicia sentir y seguir sintiendo lo que sentiste en ese ayer y que se fijó en tu memoria como tiempos de gloriosas sensaciones, rompe las añejas porcelanas y busca en tus instintos las secretas transparencias de tu plena sexualidad. Sabemos que un día volveré a tocar tu rosa negada, algún día, esa hermosa rosa perfumada, sí, algún día, ambos lo intuimos y lo deseamos, un día no tan lejano. Así creo y espero con ansias, aunque sea rozarla levemente y volver a desaparecer entre tus turbaciones y mis desesperos.


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