No es la edad ni los años antiguos ni los
recién vividos, ni la piel que envejece en tu innata dulzura, ni tu cuerpo
macerado en tus ternuras, ni el tiempo que no te alcanza o las horas que se te
hacen pocas, es el miedo a revivir un fuego que te quemaba, a incinerarte otra
vez una tarde entre mis brazos, es el pánico a la desnudez trabada y frotante de
ambos bajo las sábanas, a los besos perversos de tu amigo/amante que devolverías
con creces compartiendo los deseos y las ganas de vivir aquella misma
intensidad, es el temor atávico a mi lengua atrapada en el vicio de lamer tu
rosa hendiéndola bajo el murmullo de tu goce. Es que el tiempo no pasa para
nosotros, por eso te excitan tanto mis palabras y por eso te has atrevido a
decirlo al sentir la vigencia del sexo palpitando en tus venas, en tus poros,
en tu sexo, en la vigente sensibilidad de tus pezones. Y no temas ser madura y
tímida, no es un pecado capital, es el juego de la vida que nos va quitando con
evanescentes pausas los accesos a los goces para que vayamos buscando la puerta
al jardín de los olvidos. ¡Rebélate! ¡Vive!, experimenta la delicia sentir y
seguir sintiendo lo que sentiste en ese ayer y que se fijó en tu memoria como
tiempos de gloriosas sensaciones, rompe las añejas porcelanas y busca en tus
instintos las secretas transparencias de tu plena sexualidad. Sabemos que un día
volveré a tocar tu rosa negada, algún día, esa hermosa rosa perfumada, sí, algún
día, ambos lo intuimos y lo deseamos, un día no tan lejano. Así creo y espero con
ansias, aunque sea rozarla levemente y volver a desaparecer entre tus turbaciones
y mis desesperos.
lunes, 21 de marzo de 2016
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