Nuestras caras se
tocaron, nuestras lenguas se retorcían juntas, nuestros alientos iban y venían
en un largo desborde de placer, cerré los ojos en un éxtasis convulsivo (i). Ese día soñado hasta la excitación sentirá
la ‘nena’ mis labios en un beso cruzado, mi lengua hurgándola con la lujuriosa
desesperación del macho enlujuriado, sentirá el lengüeteo voraz, el punzamiento
que busca el sabor que ella encierra en su sexualidad floral, su íntimo aroma,
su anegada latencia, la tierna consistencia de dulce molusco palpitante, su
tibio saborcillo marino y su bouquet de
libidinoso licor oculto, madurado en la oscuridad de las bragas perfumadas en
ella misma. Sentirá mis dedos abusándola, violándola, introducidos con abierta
impudicia escarbando esa empapada blandura carnal, el du coeur que se
introduce lento, persistente, delicado, profundizándola en una pervertida
inmersión digital de masturbatorias pretensiones, el índice que se humedece y
sube a sobar el clítoris en un breve pero intenso intervalo onanista, el lomo
externo del pulgar que se moja mientras se restriega surcando el cauce quemante.
Sentirá mi miembro erecto, punzante, endurecido, que la roza surcando, que la
surca rozando punzando penetrando, que la penetra punza rozando, sentirá que la
abre como una rosa ansiosa, la deshoja y la invade, la llena y la copula, la
ultrajar y la venera, la justifica
hembra en el vaivén encajante, en el ritmo que la clava en medio de un salvaje
torbellino exasperante, y ella engullirá glande, prepucio y tronco entero, y
ceñirá el falo, lo apretará hambrienta y desatada hasta hacerlo verter en ella
la eyaculación espasmódica, chorreante, caliente, chapoteante. Seguirá escondida,
negada, invisible, quizá, pero turbada por estas palabras que ella fue
imaginando estremecida, excitada quizá por estos verbos que la profanaron como
nunca antes sintió el pecado, saciada, imaginando en las entrelíneas los besos
y los quejidos que aquí no se escribieron. Nuestros cuerpos estaban
firmemente unidos, la comunión era tal que sentí hasta el último espasmo, hasta
la última palpitación de la potencia viril (i).
(i) “Memorias de una Princesa
Rusa.” Autor Anónimo.
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