sábado, 5 de marzo de 2016

INCITACION A LA SECRETA DUALIDAD


“Se encienden las sombras interiores. Y escribes para que suceda lo que ansías. Para que se materialice lo que imaginas. Y cierras puertas. Y abres posibilidades. Sin mirar atrás. Buscas en el poema lo que la realidad no te ofrenda. “Saltar de un tejado hasta (su) boca”. Hurgas en el lenguaje hasta encontrar lo que no hallas en los significados desgastados, ni en el silencio de la casa, ni en la indiferencia de las fechas.” Prólogo de Aurelio González Ovies al poemario ‘La Exhibicionista’ de Ana Lamela Rey.

Hazlo, deja entrar a ese macho mediterráneo a tu castillo, que entre en la trampa soñando con su propia trampa, y cuando este ahí ya atrapado en la jaula invisible de tus recatados encantos, juega el ajedrez de la falsa seducción, atrápalo en tu telaraña de muslos desnudos, de piel expuesta, de visiones instantáneas y efímeras de tus vellos púbicos, así como que no quiere la cosa, como algo imprevisto e inconsciente, como breves destellos que lo enceguezcan y no sepa si es un juego del azar o una invitación al pecado. Recorre el día en la intimidad de tu personal territorio solo con ese sensual baby doll de negro satín, nada más, sin insinuaciones explicitas ni implícitas, sin coqueterías obvias ni miradas cómplices, camina, actúa, pasea como una funcionaria ocupada, atenta pero insensible e impersonal. A ese macho sin oleajes ni espumas saladas, engatúsalo con situaciones ambiguas, obnubílalo con una desnudez precaria, mínima, que no alcance a saber si es casual o provocativa, atosígalo con semidesnudos rápidos, de paso, inexplicables, casi misteriosos. Siembra en sus instintos la semilla del deseo desesperado, de la lujuria incontrolable, eréctalo, que tú puedas ver en sus rubores de macho acalorado el efecto de tu presencia insinuante y él la gélida distancia que los separa, que se avergüence del bulto fálico entre sus piernas  cuando tú se lo mires y hagas un mohín de desagrado por su vulgar indecencia. Deja de actuar como una mantis, juega a la vida, atrévete, lánzate a vivir con furor y con fervor, con las ansias últimas de la suicida arrepentida, con el hambre acumulada de la náufraga recién llegada de su isla solitaria, lo disfrutarás te aseguro, ambos sabemos sin decirlo que igual lo gozaras gota a gota como el elixir de la inmortalidad, como el agua quimérica de la imposible fuente de la juventud. Crea ahora los últimos recuerdos que revivirás antes de entrar en la desabrida e insensible eternidad. Y por cierto, nadie lo sabrá nunca, solo tú.  (Y obviamente el suscrito).


No hay comentarios: