domingo, 6 de marzo de 2016

DERRETIMIENTOS


“Ojalá pase algo que te borre de pronto, una luz cegadora, un disparo de nieve, ojalá por lo menos que me lleve la muerte, para no verte tanto, para no verte siempre, en todos los segundos, en todas las visiones”. Ojalá, Silvio Rodríguez, 1969.

Otra vez tu silencio de nieve, tu gélida ausencia, la distancia que siendo imposible nos abarca en un instante compartido, nos incrusta el uno en el otro, nos incita a las pasiones inconfesables y nos arrastra juntos, desnudos e imbricados, al furor desesperado de la copula soñada. Acá el sol esperando para entibiarte, para invocar en tu piel las dulces impudicias de nuestros lúdicos juegos machihembrados, a la danza sexual que nos hace impuros amantes embebidos de la pureza esencial de lo que somos en instintos y en lujurias. Respiro agradecido de tu regalo matinal, la visión del húmedo y abierto paraíso, de la imagen lasciva de esa vulva gloriosa que deseo lamer, saborear, penetrar, gozar hasta cruzar el límite de lo incierto y hundirme seminal, embelesado, erguido, endurecido, en el sueño de poseerte a lo largo de una noche nevando. Y mis ojos cautivos recorren esa carnalidad mojada y dilatada, abierta a las libidinosas miradas, a la vista viril del macho que paladea y susurra y lame sus labios como si fueran esos otros labios verticales, y mi mano frota el miembro erecto hasta cumplir el ceremonial eyaculatorio que derrita el nevado silencio de tu boca en la distancia. Suspiro agradecido de ti por cumplir mis ansiosos deseos, por iniciar mi día ahí contigo, de ver como si acariciara tu cuerpo dispuesto, la jugosa flor que esconde tu pubis, el escondido periné, los vellos púbicos que circundan ralos y olorosos tu sexo, los surcos lúbricos de tus ingles, las voluptuosas curvas de luna nueva que separan por detrás tus muslos de tus glúteos, y la punta de tus dedos abriendo ofreciendo exponiendo la rosa inesperada a los ojos enviciados de tu potro enardecido.


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