viernes, 3 de julio de 2015

LA PROMESERA INCONCLUSA


Para G., deseada deudora

Esperé ansiosísimo la llegada de la noche con la palpitante ilusión de volver a ver la tenue transparencia de tu cuerpo semidesnudo, en vano, iluso, inútilmente como un niño engañado en su soñadora y primitiva ingenuidad. Tus palabras reverberaban en la memoria del mediodía “Tratare a la noche enviarte una mujer madura, muy madura”, era la sutil promesa de un autorretrato que me llevaría a rememorar el roce de tus manos, la dulce suavidad de tu piel madura, el frufrú del “tuto” que insinúa coqueto curvas, valles y dunas, tu mano en mi miembro masturbando, mi boca sedienta en tu tímida vulva lamiendo. Pero solo vino el frío ovalo del espejo vacío de ti, de tu silueta, de tu sombra, de tu imposible desnudez. Sigue la noche esperando que te atrevas, el sol se hace el dormido detrás de la sombra imponente de tu cercana cordillera, los pájaros fingen dormir en la oscuridad de sus nidos, un hombre solitario espera en una esquina nocturna por donde no pasarás. Bastaba tu dulce rostro reflejado en el azogue, tus manos con la caricia de otros tiempos, tus pechos soleados como aquellas antiguas imágenes de mi onanista adoración voyerista que guardo como el tesoro que me quedó de una perdida felicidad. Debí asumir que quedaría como siempre en esa perpetua espera inútil de trece años esperando volver a vivir esos dos de años de ternuras en penumbras, de caricias y besos desatados en las tardes tranquilas de la quietud de cuarto donde aun ha de persistir el ámbito de tu perfume en medio del tumulto de una ciudad ausente e invisible para los amantes extraviados. Amanece y nada, pero es noche, aun hay esperanza. Y seguí expectante como un solemne escarabajo oculto en sus pequeñas perversiones detrás del coqueto revoloteo de la mágica mariposa que lo seduce con sus veleidades de da y quita y sus ilusorios ofrecimientos de paraísos que devienen más temprano que tarde en tristes engaños. La luz mañanera de un sol muerto, lejano e insensible confirmó la no inesperada traición, la dulce crueldad de la mariposa esquiva, la imposibilidad de volver a gozar de sus colores como en ese antaño feliz, todo se volvió pena y desilusión, un largo día invernal recién comenzaba.


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