viernes, 10 de julio de 2015

MELIFERA DEVORADORA


Para I.

Voy rastreando tu voz inquieta como un arcángel melífero, embebido en mis densas dulzuras, socavando fragmentando moliendo uno a uno tus miedos con mis ojos incitando tu secreta hoguera desde las penumbras de tus deseos, mis dedos jugando en tu piel con una quieta y tierna malicia, calcinándola con mis íntimos y delicados roces perturbadores, embriagándote hasta el ahogo desesperante con besos mordidos, con las lengua enredadas, con las salivas diluidas en caliente un brebaje de místicas lujurias. Y tú ahí, más turbada por la azucarada consistencia de tus insomnios que por la tenue presencia del invencible acosador que alimenta tus arrojos con la última gota, hasta el largo y lúbrico lamido que te enreda en mi cuerpo para estremecerte de aquella pasión devoradora. Sobrevivo náufrago en tu lecho con tu pudor hecho añicos en la lenta devoración de mi cuerpo, esclavo ansioso de tu hambre, jugo néctar licor vertido a tu sed insaciable, carne trémula y dispuesta a los desaforados pecados de tus palabras. Desde el asombro sin insistencia, con tus códigos velados, en la presumible huida ante la inesperada sensación del seductor embozado, derramo mi almíbar en tus labios con la levedad de una cercanía imposible. Un arcoíris irrumpe un silencioso cielo solitario, despiertas con mi aroma adherido a tu cuerpo, permaneces inmóvil recuperando las perdidas e impúdicas memorias que aun laten en tu pubis, deshojada y laxa entre húmedas sábanas de una noche ilusoria, quizá ya imaginada, de una reciproca posesión sin secretos. Amaneces con el nítido sabor de las mieles de mi boca.


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