Vago por los caminos
tortuosos e insospechados de tu cuerpo desnudo sobre el lecho perlando en el
sudor de tu calentura abierta a mi vicioso onanismo. Por caminos dobles,
tortuosos, desviados, como una bestia fálica en su salvaje brutalidad sexual, cornucopia
de solitarias masturbaciones, de urgentes fornicios, de sodomías consentidas. Por
los terribles y tortuosos caminos que llevan mi mano pecadora al tallo de mi
príapo y consuman derramadas ipsaciones. Por extraños y tortuosos caminos
impuros, donde se vierte mi semen en la húmeda profundidad de tu vagina sin
buscar la semilla, el florecimiento ni el fruto, sino solo el goce físico de
sentirme dentro de ti penetrando. El camino estrecho, tortuoso y oscuro, mojado
desde tu clítoris por tu vulva hasta el periné, golosas sensaciones de mi
lengua lamiendo o mi verga surcando, punzando, hundiendo. Los largos y
tortuosos caminos que van por tu espalda vértebra a vértebra lamiéndola desde
el cuello hasta la ceñida flor que florece escondida entre tus glúteos. Los caminos
tortuosos e imprevistos que van desde tus axilas bordeando hasta tus ingles. Los
tortuosos caminos enredados en la zarza perfumada de tus vellos púbicos, en su
ensortijamiento ancestral, en su negrura impúdica, en esa mata pilosa que
destella como virutas de obsidiana en las palpitantes arenas de tu vientre. Así
vago, extraviado por los tortuosos caminos de la lujuria onanista que tú
enciendes cuando te despojas del pudor y te desvistes en medio de mis ojos
lascivos y te quedas desnuda exhibiendo tu piel entera con sus vellos, sus
pliegues, su madurez pervertida y sus deseos carnales como brasas en la
oscuridad quieta de mi noche.
sábado, 25 de julio de 2015
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