“de pie como un marino en la proa de un
barco.” La canción desesperada. Pablo Neruda
Estamos solos
en medio de una habitación, ambos de pie, mirando por el ventanal hacia un mar
atardecido que se rompe en lejanos fuegos rojos y anaranjados. Te abrazo por
atrás tiernamente, acaricio tu pelo negro negro que cae sobre tus hombros como
una suave cascada azabache, te voy dando besitos tiernuchos en tus hombros, en
tu cuello por entremedio de tus cabellos. Me apego a ti cada vez más, para que
sientas mi miembro en tus nalgas, mis manos te abrazan por debajo de tus brazos
y encopan tus pechos, los amaso con lenta fruición, rozo más intensamente mi
verga aun blandita contra tu culito rico, siento en mi pubis tu rajita entre
los glúteos. Mis manos soban tus tetas ricas, mis dedos aprietan tus pezones
por encima de tu ropa, me restriego contra tu cuerpo hasta que mi falo se
erecta por el tibio roce de tus blanduras y tu sensual movimiento contra mí
cuerpo. Te punzo con mi verga en tus nalgas, lascivo, caliente, duro, mi
aliento quema tu cuello y hace que levantes tu culito empujando hacía atrás,
permanecemos así por largo rato frotándonos con una sexualidad tranquila, pura,
como un juego de enamorados que buscan los caminos iniciales de la cópula. Sientes
vibrar (sic) mi pene en tus nalgas,
ladeas tu cabeza hacia atrás y me ofreces tu boca a mis besos, introduzco mi
lengua en tu boca y bajo mis manos a tus caderas, las aferro y atraigo con
fuerza tu cuerpo hacía mí. El frotamiento se va haciendo más y mas intenso, mas
circular, más fuerte, levantas y bajas tus nalgas para rozar mi miembro
escondido bajo el pantalón como si lo masturbaras, yo lo aprieto contra ti con
fuerza, como si te penetrara. La danza del restriego se acelera, oyes mi
respiración cada vez más acesante, de pronto me siento al borde del delicioso
abismo de la eyaculación y descontrolado me dejo llevar por la grata sensación,
eyaculo ahí mismo, apegado a ti por detrás, un liquido caliente y espeso inunda
mi vientre mojando mis pantalones, tú sientes esa calida humedad en tu trasero
y te quedas ahí quieta, nuestras bocas continúan fundidas en un beso iluminado
por el rubor del poniente marino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario