Para
ML, en sus morenas turgencias
Cada
memoria enamorada guarda sus magdalenas y la mía -sábelo, allí donde estés- es
el perfume del tabaco rubio que me devuelve a tu espigada noche, a la ráfaga de
tu más profunda piel (i). Niña morena y ágil, el sol que hace las
frutas, el que cuaja los trigos, el que tuerce las algas, hizo tu cuerpo
alegre, tus luminosos ojos y tu boca que tiene la sonrisa del agua. Un sol
negro y ansioso se te arrolla en las hebras de la negra melena, cuando estiras
los brazos. Tú juegas con el sol como con un estero y él te deja en los ojos
dos oscuros remansos. Niña morena y ágil, nada hacia ti me acerca. Todo de ti
me aleja, como del mediodía. Eres la delirante juventud de la abeja, la
embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga. Mi corazón sombrío te busca, sin
embargo, y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada. Mariposa morena dulce
y definitiva como el trigal y el sol, la amapola y el agua (ii). Tu pelo negro noche terciopelo, trabado oleaje
nocturno, sombra de ave susurrante, tu pelo en mis manos fluyendo, escurriendo su
oscura marejada, derramado en el beso, en la caricia, en la ternura que acude, en
la negrura de su hechizo, tu negro pelo que se enreda entre mis dedos con su
dulce densidad perfumada y su misterioso brillo de honda noche tropical
(iii). Te propongo que seamos cómplices en los pecados de la carne, en el sueño
desesperado de poseernos, después quedarnos un largo rato abrazados, enviciados
en el nosotros, dándonos las ternuras que nos debemos, hasta que vuelva a
buscarte fascinado en los recovecos de la olorosa canela de tu divino cuerpo
de hembra deseada.
(i) “Tu más profunda piel”. Julio Cortazar,
1969.
(ii) “Poema 14”. Pablo Neruda, 1924.
(iii) “Tu pelo”, con leves variaciones. El
Autor, 2014.
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