domingo, 16 de febrero de 2014

ALGARROBO (Prosopis pallida)


Beberás un agua sin sabor o todas las aguas te sabrán repetidas, a damascos amargos o mojitos solitarios, los atardeceres marinos serán todos iguales en fanfarria y profundidad, repetidos e ilusorios, unos rojos desvaídos, unos hilillos de nubes deshilachadas, allá una gaviota en vuelo leve, acá las luces brillantes de las casas de los burgueses y allá las luces difusas de los proletarios entristecidos, contra el cerro una hilera de luciérnagas muertas, el cielo de negro fúnebre y tú en otra ventana rastreando un mar que te existe pero que no es el mismo mar ilusorio donde se escurrían los besos en tu cuello, en los lóbulos de tus orejitas, con unas furiosas manos de fauno aferradas a tu caderas. Fue inicial por los territorios lluviosos del indiaje rebelado, de las altas araucarias y las aguas dulces de los lagos y los volcanes, naturaleza pura, fue luego los paisajes de algarrobos y veleros, de la pirámide vidriada y la laguna falsa, artificios de groseras siutiquerías y de venidos a más. Pero volverás de esas arenas insomnes, de los oleajes enrevesados en las espumas que no alcanzaron a humedecer tu piel desnuda, de los eucaliptus que esperaron en vano tu paso nocturno, y me relamo pensando en un viernes lejano de quizás cuando, otoño talvez o ya entrando el invierno, en que volveré a morderte el corazón dormido y sin sangrar, a beberte en esa vertiente tibia entre tus ralas gramas oscuras, a escanciar en mis labios sedientos tus sabores íntimos, a catar en ti las savias verticales y  ardiente de tu verano, a navegar en el mar salado de tus derramados sudores privados.

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