martes, 4 de febrero de 2014

ENVICIANTES PENUMBRAS


Después de la entrometida luz inicial vinieron las penumbras acosadas por la mañana escandalosa del verano y por el sol curioso voyeur asomándose por las rendijas para remarcar las siluetas escondidas en el antiguo templo de Onán. La maja vestida, goyesca e incitante, coqueta vestal esfinge recostada sobre el colorido lecho. La charla que se fue derivando por los abismos de la encantación, de la excitación velada y las junglas perfumadas de la lujuria. Las penumbras condescendientes envolviendo las sombras sonrientes en un ámbito de voluptuosas convergencias. La invitación al vicio solitario, la aceptación, el lecho compartido en el florecimiento viril, la mano tibia quemando el falo tímido, acariciando con tierna y constante curiosidad. Los pechos pálidos, mullidos, invitantes, los breves pezones de niña, la boca en ellos cumpliendo el rito edípico del macho niño huacho, las manos encopando, tocando, acariciando con tierna vehemencia la sensible verga erectada. Las penumbras encubriendo el ceremonial del manoseo masturbatorio. La mano suave deslizándose, las uñas rojo brillante sobre la tibia piel suave del prepucio. Las ternuras buscando la salida, la puerta, la vertiente seminal. La desnudez develada hacia el vientre lúbrico, el pubis y el triangulo azul cobalto que niega y oculta con un amistoso pudor la dulce flor florecida en su florescencia. La mano propia onanista en el falo ya no tímido cercando la contingencia del goce, de los arcanos del placer, del pequeño e íntimo paraíso, masturbando. Los ojos entrecerrados, los quejidos contenidos en las penumbras calurosas, y de pronto el destello, el relámpago, el clímax, la eyaculación plácida, reposada, insertada en la plena confianza y la cercanía indudable. La quietud saciada en los roces cariñosos, en la intensidad sudorosa, en la charla que va difuminando el grato pecado, la complicidad declarada en la promesa y la impudicia. Las penumbras vencidas por la puerta que se abre al mediodía escandaloso del verano y deja entrar al sol en su cálido esplendor saciado.

No hay comentarios: