“yo, Casandra de Ilión a la que amaron / en su patria los cerros y los
ríos,”. Casandra, Gabriela Mistral.
“Iría Cassandra una y otra vez /
a morir en ti”. Summa Ática LXIV, Varelio
Te borraré la boca a besos, te
dejaré enmudecida silenciosa, dejaré marcados mi dientes feroces en tus labios
adoloridos, te ahogaré con mi lengua, abarcaré tu comisuras en un beso que te
arda en la entrañas. Abarcaré con mi boca la tentación de tus senos, de tus
pezones inhiestos, dejando en ellos como baba de caracol el resabio de mi
saliva, tatuaré en tus pechos los geoglifos que detentarán mis deseos en tus
secretas memorias del placer. Deambularé por tu vientre besando lamiendo
describiendo lentos círculos apasionados en torno a tu ombligo, cuenco esencial
de la inconfesable conexión incestuosa, ojo de tifón que atrae la voracidad
incontenible de un misterioso fetichismo ancestral. Vagaré por las corvas de tus
nalgas combadas, me deslizaré por entre ellas con ansiosos afanes lingüísticos
hasta la pequeña y apretada abertura prohibida para consumar en un mórbido beso
de antracita una proscrita sodomía bucal. Surcaré tu sexo embebido, la
brevísima turgencia rosada y mórbida de tu clítoris, la doble celada de tus
otros labios verticales, punzaré la erótica vergencia simétrica del perineo,
lamberé tu vulva de punta a cabo hasta que la pene/tración sea desesperadamente
invocable. Slupparé sobre el botón capullo en una feroz estimulación clitoriana
derramando tus quejidos y estertores, abriré su capuchón con la puntita
lingual, con la puntita fálica, con la puntita de mi dedo índice, salivaré la
íntima campanita para lubricarla y anegarla de su propia esmegma perfumada en
una salvaje estimulación sexual, entonces quebrantando los tabúes imaginarios
que separan lo real de lo virtual, beberé de ti.
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