“Constituye una
victoria importante transformar un angustia psicopática en una pena sin
trascendencia”. Segismundo Freud
Liberado de limitantes e imposibles
fidelidades, férreas censuras e inquisiciones inhabilitantes retorna a los
libidinosos senderos del deseo insaciable, al Universo dual donde realidad y
virtualidad se trenzan confunden incrustan en un ámbito de húmedas y densas
sensaciones, de voluptuosas exploraciones que intentan alcanzar las fuentes
nunca eternas de los placeres carnales. Vuelve a las divagaciones sacrílegas
que no se rigen por la ética o la moral si no por oscuras e instintivas
ansiedades, torna a las impías búsquedas de goces distintos, experimentaciones
que justifican el viaje inútil y sin fin, la peligrosa travesía siempre por el
borde de abismos equivocados, o a través de los jardines encantados de las
salamandras venenosas y las orquídeas perfumadas. Regresa a las ceremonias
herejes, a la apostasía del amor, a la soledad que lo define huacho, linyera,
niño macho y fauno enviciado, a la solitaria veneración del dios Onán, a vagar
temeroso por los arrabales de Sodoma incendiada sin atreverse a cruzar la
muralla. Reanuda las indagaciones extraviadas de pequeñas perversiones
arrastrado por la curiosidad de ir siempre más allá, ilimitado, libre,
desatado. Revoca las renuncias de un trato que se justificó en la piel
incinerada, en las manos ávidas y en la boca labios lengua que bebieron el
éxtasis en la vertiente del paraíso. Abjura de la delectación tranquila de las
tardes enternecidas y lujuriosas al mismo tiempo en el mismo cuerpo, reniega de
la mansedumbre o la esclavitud, se niega a escanciar los dulces licores
embodegados en los subterráneos laberintos del alto castillo, aunque intuye que
como castigo divino a su rebelión insensata jamás volverá a embriagarse de tal extasiante
manera. Reiniciará entonces el acecho furtivo de definidas o ambiguas
sacerdotisas, la obsesión edípica y el culto fálico, retomará el oscuro camino
de los que se saben solos, de los que poseen la horrible certeza de que la vida
es un triste desierto sin sentido ni fin, que después solo hay un infinito
vacío y un majestuoso silencio, que todo sucede en el aquí y el ahora.
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