miércoles, 19 de febrero de 2014

MUSA CESANTE


“Qué pena, que no me duela / tu nombre ahora. / Qué pena, que no me duela / el dolor.”. Qué pena. Alfredo Zitarrosa, 1968

“Y qué sabe uno si se ha enamorado o fue pura ilusión.”. Qué pena que no me duela tu nombre ahora. Pedro Lemebel, La Nación. Domingo 31 de julio de 2005

Hubiera sido lindo que me extrañara a mí entero, mi boca besándola, mis manos rebuscando los sitios exactos donde se esconden sus deseos, mi lengua curiosa e insaciable, mi insistente avidez de fauno y mi ternura de niño macho, pero bueno, es la vida y ella aún no sabe cuánto me falta, cuanto echo de menos el mojito bebido en sus labios también sedientos. Se la llevó primero la lluvia engrupida en sus verdes vegetales, luego la playa seducida por las arenas, las gaviotas, las espumas, se me fue extasiada en la voracidad de esos mundos primitivos donde las pasiones son más animales, más intensas, donde los instintos renuevan sus fetiches, sus traumas, sus oscuros y reprimidos resplandores. No sabía que yo ya estaba incluido en su destino de velada condesa y que era el Arcángel de Su Perdición que venía a vengar los oprobios sufridos por los tristes príncipes vencidos que la amaron y desearon sin alcanzar a tocar siquiera los inexpugnables muros de su castillo desencantado. Perdí su ancho verbo ­sin ,s, su búsqueda de la palabra exacta, su sexualidad refrenada por antiguos pudores y tímidas beaterías, perdí sus sensuales manos tibias afanadas en mí a través de la tarde, perdí el trato justo y soberano que nos liberaba de inútiles desasosiegos, perdí la reverberancia de una virginidad atajada en las ceremonias iniciales del amor. No supo nunca que hacía muchos años que no me obsesionaba tanto, que deseaba tanto a una mujer, que ya pensaba que había perdido esas sensaciones para siempre, esa mezcla de amor/deseo, de necesidad de estar cerca, de tocarla, de estar desnudos besándonos, no más no menos. Ahora ella sueña en azules fuertes, fornidos, valientes y madrugadores, y en mí solo quedan las memorias de un nocturno mar imaginario, ciertas intensidades compartidas con la desesperación de dos nómades que se encontraron en medio de un desierto que les parecía vacío, las lluvias inventadas, los viernes imposibles, y los asombros del barroco. 

No hay comentarios: