“Qué pena, que no me duela / tu nombre ahora. / Qué
pena, que no me duela / el dolor.”. Qué pena. Alfredo Zitarrosa, 1968
“Y qué sabe uno si se ha enamorado o fue pura ilusión.”. Qué pena que no me duela tu nombre ahora. Pedro Lemebel, La Nación. Domingo 31 de julio de 2005
Hubiera sido
lindo que me extrañara a mí entero, mi boca besándola, mis manos rebuscando los
sitios exactos donde se esconden sus deseos, mi lengua curiosa e insaciable, mi
insistente avidez de fauno y mi ternura de niño macho, pero bueno, es la vida y
ella aún no sabe cuánto me falta, cuanto echo de menos el mojito bebido en sus
labios también sedientos. Se la llevó primero la lluvia engrupida en sus verdes
vegetales, luego la playa seducida por las arenas, las gaviotas, las espumas,
se me fue extasiada en la voracidad de esos mundos primitivos donde las
pasiones son más animales, más intensas, donde los instintos renuevan sus
fetiches, sus traumas, sus oscuros y reprimidos resplandores. No sabía que yo
ya estaba incluido en su destino de velada condesa y que era el Arcángel de Su
Perdición que venía a vengar los oprobios sufridos por los tristes príncipes vencidos
que la amaron y desearon sin alcanzar a tocar siquiera los inexpugnables muros
de su castillo desencantado. Perdí su ancho verbo sin ,s, su búsqueda de la
palabra exacta, su sexualidad refrenada por antiguos pudores y tímidas
beaterías, perdí sus sensuales manos tibias afanadas en mí a través de la tarde,
perdí el trato justo y soberano que nos liberaba de inútiles desasosiegos, perdí
la reverberancia de una virginidad atajada en las ceremonias iniciales del
amor. No supo nunca que hacía muchos años que no me obsesionaba tanto, que
deseaba tanto a una mujer, que ya pensaba que había perdido esas sensaciones
para siempre, esa mezcla de amor/deseo, de necesidad de estar cerca, de
tocarla, de estar desnudos besándonos, no más no menos. Ahora ella sueña en
azules fuertes, fornidos, valientes y madrugadores, y en mí solo quedan las memorias
de un nocturno mar imaginario, ciertas intensidades compartidas con la
desesperación de dos nómades que se encontraron en medio de un desierto que les
parecía vacío, las lluvias inventadas, los viernes imposibles, y los asombros
del barroco.
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