“Es la rosa del tacto en las tinieblas”, Nocturno rosa, Xavier
Villaurrutia
Te voy pensando de a poquito por
el horizonte de tu cuerpo, orillando tu sexo con el rastro invencible de mi
saliva de caracol pervertido o sigiloso, bordeando la aureola de tu pezón
coronado, ensebado en tus axilas, asustado de tu silencio y por la poca lluvia
se ayer que me hizo verte en el atardecer caminando hacía el lejos de mí,
intranquila, incitante, invisible a otros ojos no fueran los míos. Distraigo la
simiente en tu pelo sobre la almohada, la sonrisa perpleja en tu boca detenida,
los contornos de tu sombra sobre el lecho incendiado, concito la vehemencia por
poseerte como un objeto de azules consumados. Acumulo mis besos en tus muslos
abiertos, los rozo con levedad de mi aliento, con el vaho de mis deseos,
arrastro las cenizas de otros fuegos equivocados para quemarte en las mismas
brasas que te persiguieron por años. Me hundo devorado en tus labios asesinos,
me hiero en tu lengua recorriéndome como una fiera sedienta, me derrito en tus
manos coincidentes que sostienen en terciopelo la virilidad encausada que busca
verterse con su propio rocío en la verticalidad esencial de tu húmeda rosa
cuajada. Sorbo tus lujurias en el pequeño capullo implícito en tu dulce vértice
voraz. Floreces desplegada en los pétalos encarnados, extendida, abierta y
surcada, poseída en la profundidad inflamada por el vástago macho que te abruma
solemne y delicado. Te voy soñando de a poquito entre los arpegios finales de
la sinfonía de la cópula que nos urde y nos traba y nos fusiona naufragados sin
horizontes bajo un misterioso sol desértico, cautivo y abrasador.
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