“Où irait-il
l'après-midi sans toi ?”
Lánguida en la tarde te extiendes
supurando tu vaguedad de esfinge, tu vaho de serpiente celosa, y el musgo genital
que invade tu vientre cuando te me escapas comienza a humedecerse en mis labios
rabiosos. Entras desnuda en el letargo sensual de la siesta, en la modorra de
la piel acariciada con la parsimonia del estío, lenta te dilatas, te despliegas
con un demoroso desparpajo de meretriz ebria, de libélula acechando en la
orilla del caluroso verano, vagan tus manos por tu misma piel reconociendo sus
íntimas densidades, sus poros, sus vellos, las sinuosidades sexuales donde se
creman los deseos, urges el capullo con un delicado dedeo, suave roce que te
estremece y recobra en tu vértice vórtice pasadas sensaciones del frote de
otros dedos, de una boca labios lengua que te arrastraron enceguecida por un
torrente desconocido. Cursas con vigor pecaminoso el cauce y su vertiente,
untas tus yemas en el vúlvico licor y me das de beber en ellos tu intimidad
embriagante, la pócima del embrujo, el brebaje del hechizo. Un tenue sudor
escurre por tu espalda, ligero y transparente, mis manos se ungen de el
bendecidas en su sexualidad incontenida, desbordante, y consagran la dulce
amistad con ventaja, sin restricciones externas ni fidelidades mentidas ni
dedicación exclusiva, libres, unidos solo por la necesidad viciosa e
irrevocable del otro. Languideces por el curso de la tarde extendida como una
maja desvestida, apenas envuelta en la voluptuosidad de una vestal impía, un
halo de lujuria te ilumina la complaciente sonrisa de serrallo y el musgo
genital de tu pubis comienza a humedecer mis labios sedientos.
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