“Ofelia yo en tus pechos fundaría ciudades y ciudades de besos”.
Ofelia, juan gelman
Besaría esa piel de tu escote
hasta despertar tus deseos en carne viva y alzar las breves cúspides blancas
bajo la polerita blanca, sopesar tus pechos vestidos de alba espuma mullida, intentar
la caricia edípica, el beso mordido tiernamente. La polerita que te dibuja, te
esculpe, te moldea, te muestra y demuestra, un poco transparente como
insinuando un desnudo que acontece solo en la imaginación del atento vicioso
perturbado observador que busca pervertido la certeza de la ausencia de soutien, de la pura carnalidad tibia y
exultante de tus senos de niña hembra. No hay breteles, solo las copas que se vislumbran
apenas en las leves variaciones en los matices del blanco, la espalda descotada
será otra comarca donde rocen mis manos tu ansiedad de un abrazo enternecido. La
tela se tensa sobre el canalillo entre las dos cumbres alzadas como la cuerda
de un equilibrista suicida. El escote es amplio como una playa de delicadas
arenas abarcada por la marea de nevadas espumas, ancho como una bocanada de dulce
miel derramada, de los medios hombros baja anchuroso y se recorta antes de la
deliciosa hendedura en una curva vasta, elegante, recatada. Habrá entonces
insensatos deseos expectaticios, rabioso deseos basados en meras expectativas,
como deseos de deseos, deseos de segundo orden, deseos de que tú desees lo que
deseo: tocar tu busto, succionar tus pezones, hundir mi nariz entre esas dunas
escondidas. Arriba, tu rostro se disuelve en su soberbia burlona,
exhibicionista e incitante que corrobora la arrogancia exquisita de tus
palabras: “no me visto para los demás si no para yo sentirme linda…”. Y claro
que te ves linda.
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