domingo, 24 de noviembre de 2013

A POR TU BOCA


“hago nacer cada vez la boca que deseo” (i)

Voy a por tu boca, a morderla, besarla, abarcarla con mi boca, penetrarla con mi lengua, sorberla, ensalivarla, beberla, succionarla, voy a por tus labios, a morderlos, besarlos, abarcarlos con mi boca, abrirlos y lamerlos con mi lengua, sorberlos, ensalivarlos, succionarlos, y beber en ellos tu saliva, voy a besarte hasta ahogarte de besos intensos, largos, sin tiempo ni final, besos mordisqueados, húmedos, de roces y inserciones linguales, besos chiquitos de niño tierno y besos grandes de macho salvaje, de besos antológicos que se queden ardiendo en tus labios, quemantes y dolorosos en su ansiedad sexual, que permanezcan por horas atrapados entre las comisuras de tu boca, que sigan titilando como maripositas en su sensualidad lenta e intensa por el borde de tus labios hasta volverse brasas incrustadas y después cenizas que marquen los sitios por donde anduvo mi boca besando tu boca, voy a acosar, acechar, violentar, violar tus labios hasta rendirte a los míos e invadir tus dientes con los míos y mascarnos entre el tintineo del entrechocar de los marfiles desesperados, insistentes y perseverantes como furias de rompientes, voy a embriagarme de tu saliva y vagar ebrio de ti por tus encías, voy a deambular borracho de tus besos resbalando por la lisura húmeda de tu paladar, voy a comerme tu boca con besos anchos y perversos, a degustar su carne viva con el hambre exultante de un fauno insaciable, voy a vagabundear extasiado en ese espacio previo de tu voz, tu lenguaje y tu sonrisa, voy a merodear empapado de ti por toda tu cavidad bucal en búsqueda de los elementales orígenes de tu fascinante oralidad desatada.

(i) Rayuela. Capítulo 7. Julio Cortazar.
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

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