Exploro a la distancia la soledad geográfica de
tu cuerpo donde están escritas invisibles las leyes del deseo como un texto
visual donde las palabras sobran porque los deseos enmudecen en su intensidad
desesperada. Mi dedo bordea voluptuoso el suave cono de tu ombligo, mi mano
abarca incitada o limitada por tu mano tu sexo incitando o excitando tu cuerpo
dormido para asumir sus ancestrales geologías. Voy descubriendo en la secuencia
de imágenes el mapa de tus regiones telúricas, como un palimpsesto subliminal,
oculto, codificado o secreto, confirmo en esas altas rocas grabadas de tu
destierro la presencia intangible, impalpable de mí en ellas, vertida como una
imponente erupción erótica, al borde mismo de la quemante rendición, que me
adula y me encanta en su callado significado terrestre, y vuelves a ser barro
primordial por obra de ese arte de palabras hecho de tierra y agua que ha
logrado traspasarte el fuego, (aún cuando no poseo esos deseos tuyos y quizás
nunca los poseeré), y tu verbo es más inquietante, es un destello (de solo un
instante) que vence al miedo y entra como un oleaje en la pura e intensa
excitación hasta romper en un estruendo de espumas saladas contra el duro
granito de tu voluntad asediada. Fisgoneo en las entrelíneas de tus grietas como
un tímido voyeur a la mujer quemándose en esa voluptuosa hoguera volcánica. Voy
sintiendo en las yemas de mis dedos tu piel abrasada por la lujuria devorante, las
vegetaciones que crecen en las fisuras de tus basaltos enterrados, siento tu
cuerpo apegado al mío en esa danza delicadamente erótica donde un sensible
fruto se yergue y una húmeda flor se abre. Dejo que fluyas por mi cuerpo hasta
el deleite carnal y empapado de esa otra muerte impregnada de líticas lujurias.
miércoles, 6 de noviembre de 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario