martes, 12 de noviembre de 2013

SOÑADORES EMPOTRADOS


“…, para Sarduy, lo importante es la generación de la vitalidad. Siguiendo su idea de lo erótico como despilfarro, es razonable, entonces, que optemos por el valor de la vida ante la inminencia de la muerte.” La teoría del neobarroco de Severo Sarduy. Samuel Arriarán.


Rondo tu lecho de púrpuras e inciensos, te acecho desde fuera de tu sueño, persigo la continuidad de tu respiración para saber qué sueñas, miro y descifro los gestos de tu rostro dormido para saber como y donde me sueñas, o te percibo en el mohín de tu boca incrustada entre el deseo y el afecto escarbando la turba de tus cánones como si te mordieras los labios para no llamarme. Te miro desde el rígido rectángulo del silencio, aspiro tu aroma de esfinge durmiente, descorro el leve tumulto de las sábanas y te miro semidesnuda evadida en el breve y sensual desabillé desplazado de coqueta condesa dormida, trazo con la mirada hechizada de voyeur capturado la línea de cada bretel sobre el mármol de tus hombros, beso lamo mirando las alturas horizontales de tus piernas delineando tobillo rodilla muslo hasta incluirme macho fisgoneador en la vergencia floral de tu sexo embebido en sus íntimas fragancias verticales. Confirmo con el roce de mi nariz por la lasciva triangularidad sexual de tu pubis que duermes por un sueño largo de lirios y pájaros, de amantes clandestinos besándose en una esquina del invierno bajo un chubasco de madre mía sin paraguas ni refugio, y comienzo a escribir los textos del deseo con la yema del dedo en el sinuoso y sensible papel de tu piel que se extiende ilimitada en las blanduras de mi almohada, en el pasto incendiado de mis sábanas, en el espejo ciego que te repite en la oscuridad de mi dormitorio sin verte imaginada y me quedo pensando en que idioma escribirte, como decir estas cosas insinuantes sin cruzar el limite del desencanto, como embozar los deseos erectos con una letra chiquitita y ocultar las libidinosas obsesiones con intrincadas metáforas de un barroco pervertido mientras te sueño en un lecho de púrpuras e inciensos y tu hundes tus uñas en mi carne turgente de imaginario fauno dormido soñando.

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