“…, para Sarduy,
lo importante es la generación de la vitalidad. Siguiendo su idea de lo erótico
como despilfarro, es razonable, entonces, que optemos por el valor de la vida
ante la inminencia de la muerte.” La teoría del neobarroco de Severo Sarduy.
Samuel Arriarán.
Rondo tu lecho de púrpuras e inciensos, te
acecho desde fuera de tu sueño, persigo la continuidad de tu respiración para
saber qué sueñas, miro y descifro los gestos de tu rostro dormido para saber
como y donde me sueñas, o te percibo en el mohín de tu boca incrustada entre el
deseo y el afecto escarbando la turba de tus cánones como si te mordieras los
labios para no llamarme. Te miro desde el rígido rectángulo del silencio,
aspiro tu aroma de esfinge durmiente, descorro el leve tumulto de las sábanas y
te miro semidesnuda evadida en el breve y sensual desabillé desplazado de
coqueta condesa dormida, trazo con la mirada hechizada de voyeur capturado la línea
de cada bretel sobre el mármol de tus hombros, beso lamo mirando las alturas horizontales
de tus piernas delineando tobillo rodilla muslo hasta incluirme macho fisgoneador
en la vergencia floral de tu sexo embebido en sus íntimas fragancias verticales.
Confirmo con el roce de mi nariz por la lasciva triangularidad sexual de tu
pubis que duermes por un sueño largo de lirios y pájaros, de amantes
clandestinos besándose en una esquina del invierno bajo un chubasco de madre
mía sin paraguas ni refugio, y comienzo a escribir los textos del deseo con la
yema del dedo en el sinuoso y sensible papel de tu piel que se extiende
ilimitada en las blanduras de mi almohada, en el pasto incendiado de mis
sábanas, en el espejo ciego que te repite en la oscuridad de mi dormitorio sin
verte imaginada y me quedo pensando en que idioma escribirte, como decir estas cosas
insinuantes sin cruzar el limite del desencanto, como embozar los deseos erectos
con una letra chiquitita y ocultar las libidinosas obsesiones con intrincadas
metáforas de un barroco pervertido mientras te sueño en un lecho de púrpuras e
inciensos y tu hundes tus uñas en mi carne turgente de imaginario fauno dormido
soñando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario