Se me ocurre burbujear en la
espuma de tu noche oliendo siguiendo los senderos de tu perfume por entre tus
pechos husmeando tus pezones como un sátiro salvaje y después detrás de tus
orejitas para susurrarte el crepitar de mi hoguera con su fuego vivo y punzante
rozando tus muslos, y luego por toda tu piel olor a rosas para ir a morir de
deseos en tus ingles ronroneando como un tigre atrapado en la danza de tus
piernas entreabiertas esperando al macho encelado que vendrá a poseerte entre
las espumas nocturnas. (Déjate fluir
fluyendo, olvídate el día, de las horas, de los detalles de las sombras en el
patio, de los pájaros y los insectos, cierra los ojos y búscate por dentro, por
debajo mismo de la piel y por las rotulas y las vértebras, escarba el sijo y
las cenizas, deja que tu boca bese mi boca mordiendo la almohada, asume tu
cuerpo poseído y vuela sobre los campanarios y los árboles, mana el agua de tus
desesperos, viértete en un hilo de agua para que tu alquimia me alcance y me
ahogue en tu saliva y tus néctares, sueña, huye, imagina, escóndete de los
otros y ábrete a mis deseos, florece nocturna, apacigua las voces enterrándolas
en las arcillas de los muertos, déjame rastrear tus aromas hembras y abre tu
flor cerrada para que yo pueda fertilizar tu melancolía.) Se me ocurre
hacer como que creo que estás dormida y terminar de soltar el lazo amarillo
para iniciar una travesía voluptuosa desde tu boca también entreabierta hasta
tu pubis ensortijado y como un jardinero surcar el surco húmedo de tu
verticalidad sexual para entreabrir con ternuras lujuriosas sus rosados pétalos
de mi desesperación y semillarlo con la quemante densidad de mi pujante
virilidad de fauno tuyo, el del verbo encendido.
domingo, 17 de noviembre de 2013
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