Porque tu posees todos los colores posibles y
los imposibles, los rojos, los negros, los lilas, los amarillos y todos sus
matices, los amarantos de los deseos y el rosado besos de tus labios y el
rosado ebrio de tu sexo, porque posees la densidad genital de las rosas
atardecidas, el peligro latente de una mantis en celo, y también los infinitos verdes
vegetales del bosque del fauno, es que me incendiaste, me quemaste y me dejaste
ceniza entre tus manos. Y fue una locura sublime, alcancé el clímax en ti y por
ti, porque no pude contenerme, no pude y no quise, estaba arrastrado envuelto
sumergido en tu oleaje, tus palabras, tus manos, tu boca, y te sentía a ti en
tu calor allá yo contigo, y te poseí hembra mía, y fui macho en ti y fuimos uno
en el esplendor de los deseos compartidos, y fue lindo y excitante, pleno de esa
entrega gozosa de manos en flor abierta y en sensitiva rigidez, de ese
olvidarse de todo y de todos, fue una epifanía más allá de la intensidad de lo
físico, fue una sensual conexión de las almas porque ambos sentimos que ya no
estábamos tan solos, y es que ambos estábamos hirviendo en las mismas aguas
volcánicas, y nos fuimos dejando llevar muy suavemente por esos deseos
compartidos, hasta cruzar tú tus miedos y recatos y vergüenzas, y yo mis
timideces y pánicos y autocensuras. Desde hoy ahora alguien te busca por el
nublado de la mañana, te espera en una esquina de imaginaciones y ternuras
hasta que abras la puertecita de tus sueños para entrar a robarte los besos que
le debes, y dejar su marca rastro de caricias incitantes en las comarcas de tu
cuerpo para que despiertes y lo sigas soñando, alguien que te sueña mira desde
su lejos mientras cruzas la ventana envuelta en un impúdico lila exhibicionista.
jueves, 21 de noviembre de 2013
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