Para Nada y Mora
Nada eres si mis garras de fauno
lascivo no desgarran tus vestiduras de vestal, de virgen inmóvil, de fría
estatua, nada sientes si mis manos no entran en tus fisuras de hembra
acorralada, en tus grietas tristes de mujer buscando amor y te rompen en
pedazos tus sueños inútiles y tus ilusiones de mariposa muerta. Nada gozas si
mi brusca piel no te frota como la gruesa arena de tus pesadillas y hace sangrar
tu piel de virginal abeja reina. Nada serás hasta que mi virilidad terrible te
socave el sexo de niña y la boca de santa. Nada, nada, porque habito lo peor de
ti, porque soy un parásito que vive escondido en tus más sucias oscuridades, en
tus pecados, en tus sacrilegios de hembra que se miente para que las fieras que
te acosan crean que te poseen porque no saben de mí. Solo por y para mí eres
brasa ardiente con la piel al rojo vivo y en ese fuego inconsumado quiero
quemarme, deslizar mis manos en medio de tus muslos hasta convertirme en
saciadas cenizas. Quiero que sientas al hombre macho niño que me habita, mis
dedos buscando y quemando las ansias de tu vulva para compartir esa hoguera que
te quema y me quema. Deseo cubrir tu cuerpo con el mío, ahogándote en un mar de
bocas y de besos, y entre nuestros gemidos y suspiros fundirnos en un
desesperado oleaje de latidos. Ansió dejar que mi miembro ardiente y erecto
entre y ahogue tu vientre de hetaira insaciable, y seas la brasa candente y el
fuego ardiente donde incineraré el sagrado incienso de mis feroces
eyaculaciones.
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