Para Nada alegre.
Te ves muy linda allí en el centro
del pequeño universo sensorial de la fotografía, como siempre difusa, escondida
de puro tímida en un tupido velo, pero creo que es primera vez que te veo
riendo, alegre, como si fueras feliz, como si la dulce mariposa de la risa se
hubiera detenido sobre la flor inalcanzable de tu boca. Me alegra mucho verte
así, sin esa melancolía de lluvia u otoño en la que navega tu soledad en el mar
del tiempo de las incertidumbres. Y más aún verte en medio de esa algarabía de
juventud exultante y primaveral. Y me encanto deliciosamente la impúdica
transparencia de tu blusa que deja ver, difusa también tras tupido velo, la
suave palidez de tu piel intocable, tu escote de esfinge imposible donde
quedaron atrapados mis ojos de fauno solitario, y el negro brassiere que dibuja
tus pechos como un nocturno palomar. Recordé las efímeras rosas del jardín, las
misteriosas ondulaciones que dejan las olas en las finas arenas de las playas
de invierno, la migraciones de las aves sobre lejanos parajes, recordé como si
fuera cierto la tibieza voluptuosa de tus senos en mis manos aquel atardecer
que nunca sucedió, la cálida humedad viscosa de tu vulva que untó mis dedos y
mis labios más adentro de la noche, recordé los besos y el sabor de tu saliva,
mi dedo soberano sobre tus protuberantes pezones, la cópula ya amaneciendo,
poco antes de que te disolvieras difusa cuando la madrugada comenzó a despertar
a los escarabajos y a las libélulas, recordé que poseía nada más que la
fotografía con tu risa, el tenue velo con las florcitas blancas sobre tu tibio canalillo
y tu mano como al descuido sobre esa lozanía de otra fugaz primavera.
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