Apareces como un retrato de una dama adusta y
lejana, con tu pelo de finas antracitas donde cristalizó un claro rayo de luna,
miras, sonríes, se elevan tus senos en sus grandes y mullidos vuelos, florecen
en sus cúspides tus pezones pequeños, rosados y protuberantes, tus manos juegan
con ellos jugando con los oscuros instintos edípicos, con el pecado original y
las misteriosas perversiones de la adolescencia, te desnudas, te deslizas sobre
el lecho como una sirena en un albo oleaje de espumas, te estiras y retuerces,
te vuelcas y acomodas como una maja desnuda hirviendo en su propio fuego,
inicias las lúbricas travesuras con el dildo que me reemplaza, lo lames besas
chupas, lo aprietas en tu mano lujuriosa, lo acercas a tu vulva y la surcas, la
rozas, la insertas, las perviertes y la invades llenándola de ese miembro duro
imponente penetrante, lo vuelves a llevar a tu boquita hambrienta, lo hueles,
lo lames, como ungiéndolo de tu sagrada saliva, y lo vuelves a empotrar en tu
sexo abriendo como un fálico arado la breve selva de tus vellos púbicos, una
mano lo hunde en tu vulva mientras la otra abre los pétalos de la flor
insertada, la furia de tus deseo abarca tu lubricada vagina colmándola de ese
miembro duro imponente penetrante, tu piel entera desnuda ocupa un secreto
universo limitado a tus goces y sensaciones, te estremeces en un tumulto de
espasmos y quejidos, te deshaces en filosos cristales, te santificas y te
iluminas en un orgasmo definitivo, te quedas quieta laxa cansada flotando sobre
la espuma. En tanto lo sucedido mi mano ya hubo esparcido la densa y láctea
simiente de tu posesión incesante.
miércoles, 29 de octubre de 2014
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