domingo, 12 de octubre de 2014

DELIRIOS DE VISITANTE


La bata blanca espuma con sus pequeñas figuras en rojos y negros cuyos dibujos se extraviaron en la ceguera focalizada de las lujurias y las fantasías convergiendo ahí en la bata abierta en el abismo del escote, abajo solo la camisola clara el canalillo los pechos amplios mullidos sin sostén, deliciosamente caídos, frutas maduras donde se ha instaurado la tibieza de oscuros sueños edípicos. Los ojos perdidos en su limitación respetuosa siguen imaginando a través de las telas los duros pezones erectos, la rugosidad sexual de las aureolas, el lúbrico olor del cuerpo recién despierto, el sabor íntimo del sueño. La bata corta y abierta dejando los muslos morenos a la vista pervertida del voyeur que se extasía absorto en la sombra que se adentra hacia la convergencia vertical de las piernas piel canela, dulces y suaves, la camisola corta cortísima se esconde bajo la espuma en tímido exhibicionismo. Los cigarrillos que se consumen nunca tan rápido cuando debieron permanecer por horas y horas con sus encendidas brasas calientes. Ella despeinada y alegre, con la sonrisa pícara de niña jugando un secreto juego de fuego, él con el deseo floreciendo en las palabras, en las miradas al borde del descaro, palpitando ante esa piel desnuda al alcance de la mano, tocable pero imposible. La conversa se alarga para que el tiempo no acabe nunca y todo se cristalice en esos instantes, en esa intensidad voraz y erectante. El espectador excitado se va en imaginarios vuelos de lamidos y cópulas, de mordiscos y oralidades punzantes, de succiones y orgasmos, de sortilegios y eyaculaciones, las manos desesperan por tocar acariciar apretar esas carnes tan cerca y a la vez tan distantes del milagro y el vicio, por acceder a la vertiente del pecado original, a la flor copihue florecida en sus umbrosas honduras y romper el respeto debido, descartar leyes, normas o buenas maneras, y entrar en el delito como en un baile de máscaras y exultantes tormentos.


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