En primer plano el círculo quieto
del tibio sol iluminando la mariposa corazón en un cielo de suave muslo claro
como la piel de la luna llena, carnal y exuberante agua fluyendo, arenas mullidas,
fragmento del deseo expuesto al voyeur enredado ansioso enviciado en las inspis
mañaneras. En medio el espejo de cinco espejos, reluciente azogue vacío que
espera su tiempo y su uso pervertido de exhibicionista juguetona que se mira
diciéndole; espejito espejito ¿quien es la más sensual y sexual musa de los
prosariums?, y el cristal le responde con su lujuriosa voz de vidrio
pervertido; solo tú mamashita mamba, coshita monga, mamushi ma’jaba, mijita
rica rica. Y el espejo la mira hambriento desde el otro lado de la realidad
reflejando al negrote que espera tentador y mullido, acechante y vibrante, provocador
onanista de negra cuerina masturbatoria que ya conoce el roce voluptuoso de sus
glúteos, la caricia de sus muslos desnudos, el peso libidinoso de su cuerpo, la
presión de la lisura de su espalda como un sinuoso tobogán que lleva hacía a la
geografía genital de su entrepiernas, marcando en la blanda negrura esponjosa
los dos surcos que divergen a partir del periné como una hipersexual divortium aquarum. Después el negro luto
del pudor en su lineal textura de tejido censurador, la muslicidad ampulosa de
sus piernotas, la manchicidad de esos territorios que convergen en el vértice
oculto, oloroso y húmedo, delicia siempre negada que pocos han visto y menos
saboreado con la glotonería voraz que se merece. El edredón de tiernas
florcitas en campos blancos y oscuros rojos va absorbiendo con lenta gula la
tibieza desnuda de esa divina carnalidad.
A partir de las imagos sexualis de enero 24.
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