Anoche pasada recién la
medianoche, noche vieja, salí al jardín de las rosas persistentes, solo, con
una copa de champagne en una mano y un cigarrillo en la otra, y te pensé, te
besé, te imaginé también sola en algún sitio de tu vida que no conozco, y te
amé con toda mi ternura para que me sintieras ahí a tu lado, y te deseé con
todas mis ansías para que me sintieras bullendo como una lava ardiente en tu
sangre, en tus latidos, en lo más profundo de tus adentros. Y hoy apenas me
levanté recordé esos instantes con una intensidad distinta, fue como despertar
a tu lado, sentí tu respiración tranquila, sentí que dormías plácida como una
niña, sentí la tibieza de tu cuerpo junto al mío, y te besé despacito para que
no despertaras, acaricie tus pechos y succioné tus pezones muy suavemente,
recorrí tu cuerpo entero con la yema de mis dedos, rocé tus vellos púbicos y
deslicé mi dedo por el surco dormido de tu vulva, muy levemente, para sentir su
íntima y tibia humedad, lo unté en tu íntimo néctar y le llevé a mi boca y lo lamí
con fruición para saborear tu sueños, y te amé y deseé otra vez como ayer noche
porque te sentí muy mía. Percibí entonces que todos los años son iguales en su
primera mañana, las rosas en sus mismos colores, los pájaros repitiendo las
rutinas de sus vuelos, tu cuerpo desnudo tendido sobre el mismo lecho
imaginado, y en mí la misma urgencia de poseerlo al fin algún día del nuevo año
que se nos viene.
viernes, 2 de enero de 2015
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