Pour la Comtesse égarée
Iluminada, a plena luz, recostada
sobre una sábana color rosado damasco, tierno y romántico, como de tiempos
antiguos, lánguida y sensual, tranquila esperando el acecho voyerista, lascivo
y fetichista de la mirada lujuriosa del fauno, la voracidad libidinosa del
sátiro pervertido sobre la piel desnuda de sus piernas, la quemante
contemplación de esos ojos insaciables que le urgen determinadas caricias y
lamidos ya vividos y gozados en un otrora de luces de barcos, de un alto
castillo, de campanarios y de hierbabuena. Se exhibe impura y soez, enviciada,
se deja desear contraviniendo ancestrales pudores y atávicos miedos, ella ahí íntima y lejana (i) como una dama
somnolienta, distante y cómplice (i)
como una esfinge en las arenas del insomnio. La uñita mayor del pie extendido
de un tenue y ambiguo rosado, o muy claro o simplemente blanco, rodeada de una
tierna jauría de mirones perritos de peluche, el muslo mórbido de la mancha
solar y la mariposa corazón, los pies juntos entibiando obscenos juegos fálicos
que nunca sucederán, las piernas muy juntas como un cerrojo indestructible que
impide que se abra y exhale sus sexuales aromas la flor húmeda de su vulva y se
entregue desvergonzada y ansiosa a los goces del sexo oral donde se chupa, frota, lame o mordisquea (con grados
variables de intensidad, y también pueden ensalivar o escupir) con la boca, con
la lengua y con los labios o los dientes los labios de la vulva, la entrada de
la vagina y el clítoris (ii), o de la cópula final que se consuma más allá
de cortafuego de la cruel inquisición. De fondo sus objetos personales,
fotografías de afectos y recuerdos, el congelado pomo de la puerta, el sillón pecador
sin pecado concebido, el óleo de las rosas barrocas, los muros blancos
impolutos y la madera con sus chapas de negro hierro.
(i) “A las ocho en el Flora”.
Severo Sarduy.
(ii) “Prácticas sexuales: Todo lo
que debes saber sobre el Cunnilingus”. Zea.
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