“Son de greda los senos que te empeñas en ver como lirios morenos.”
Juana de Ibarbourou
Tus pechos colinas dunas
ansiedades, mullidas campanas en silencio, tibias alturas coronadas de
protuberantes botones florales, fervores y resabios del mito original, opios de
la amapola del sueño, mórbidos deleites, fuentes, copas, biberones, turgencias
en breves soles de cobres adormecidos. Tus senos, anheladas cumbres soleadas, plena
consistencia carnal de edípicos deseos, de incestuosas fantasías oníricas, de
voluptuosos pecados inconfesables, origen e incitación de besos lamidos
succiones, de oscuras lujurias perturbadoras de niño macho, de sediento
náufrago en erguida erección aferrado a tus pezones que anidan en mi boca. Ampulosas
cimas reflejadas, tetas en los lascivos erotismos de la noche, mamas en las
desolaciones de la incierta soledad, bubis, busto, cimbreante dualidad blanda, frutas
maduras, divinas almohadas para el descanso del vencido guerrero. Lúbrica
ansiedad de hundirse en tu canalillo, en el escote que las niega exhibiéndolas;
Las rosas palpitaban encima de tus senos
duros. Como una flora de las blancas batistas que tus brazos rozaban
cálidamente llenos, los encajes tentaban con carnes entrevistas (i). Me sumerjo
extasiado en el corpiño, el brassiere, el sostén, me entrego al delirio de sus
blanduras, de sus lisuras, de sus tibiezas, de su bamboleante oleaje ritmo
incesancia, de sus palpitantes latidos subterráneos, túrgidos globos evasivos
pero vigentes, imponentes esferas rutilantes que abrasan en la memoria en el
sube y baja de tu libidinosa respiración. Esponjosas curvas perfiladas,
replicadas catenarias que guardan el sabor de ti contenido en las apetecidas
areolas, en esa rugosidad inquietante y en el matiz mas oscuro de tu piel
ungiendo las erógenas trigonometrías de tu vértigo inicial.
(i) Libros de Amor. Juan Ramón
Jiménez, 1911-1912
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