sábado, 17 de enero de 2015

INTIMOS PAISAJES MARINOS


Fue un rumor de mar lejano, de espumas costeras, de coloridos papagayos por el sol de la tarde y dulzores de maduros duraznos mañaneros, fueron oleajes de blancos y grises pentagramas, de cortas y coquetas crisocolas, de furioso rojo el poniente, sola ella en otro lecho jugando a ser hembra incitante, a erguir príapos distantes, a invocar afrodisíacas memorias, sicalípticas instancias onanistas, escabrosas alturas de campanarios y hierbabuenas, de cópulas urgidas y vertiginosas, allá las uñas pintadas de blanco mortecino, acá las insistentes manchas lunares, y los divinos muslos fosforeciendo en el sofoco de su no asumido roce premasturbatorio, inconsumado pero vigente en la mente de la musa asediada y tentada por el fauno obsceno, la camisola sugiere la marina frescura nocturna y también el vaho tibio que viene de la verticalidad que oculta. Fueron lascivias previas a la llovizna sobre la playas del insomnio, al silencio de una habitación desconocida, a la soledad imponente frente del mar infinito, al atardecer que socava las raíces de la calma con los labios sedientos, urgencias de ella mostrando sus atributos con tímido descaro mientras la mano del que observa no toca pero siente, palpa, masajea, acaricia, en el recuerdo verbalizado tantas veces que reconoce cada manchita, cada pliegue, cada músculo o cada deliciosa suavidad. Fue un olor de mar lejano, de algas en la orilla, un sabor de sabroso marisco abierto, de salado sudor de piel soleada, y un rumor de mar lejano que traía en sus incesantes oleajes intensas imágenes eróticas de sus muslos incitando al naufragio.


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