domingo, 4 de enero de 2015

EN EL BOSQUE HOY


Fui al bosque a pensarte, allí solitario pude volver a oír el eco de tu voz, de tu risa, de tus gemidos de placer, dejé que el sol iluminara mi rostro para sentirlo como la tibia caricia de tu mano o el roce ardiente de tus labios, te imaginé en tu lecho desnuda imaginándome y me invadió una cálida sensualidad, entonces dejé que el sol ardiera en mis piernas como si fueran tus dedos jugando, te esperé y esperé, oculto en la fronda como un fauno en celo, y dejé que tu mano sol luz calor fuera tocando rozando mi miembro esperando, fue delicia tu mano encendida enfundando mi verga, fue urgencia laxa no erecta ni erguida, fue un saboreo delicado, como adormecido, fue deleite tu boca succionando ensalivando lamiendo el falo quieto y tierno que se dejaba hacer entregado a tus hechizos de hembra soleada, fue tal el gozo de tus artes fálicas que floreció el príapo y asomó su glande como un tímido caracol que siente el sol en toda su calentura. Y despertaron los dioses del estupro y la sodomía, la incesante diosa de la masturbación y la oscura deidad de los celos infundados, y los sátiros pervertidos y las ninfas desvergonzadas, y bailaron todos alrededor de la fuente del placer hasta que vino el atardecer sobre los altos árboles desguarnecidos de pájaros, y hubo un fuego de hoguera en la serena comarca de la noche. En esa erótica danza de cómplices epifanías crepitaba tu cuerpo como leña penetrada y se estremecía el mío como azogue vertido mientras los elfos que espiaban excitados detrás de los matorrales se manoseaban a si mismos confundidos por aquella perturbadora bacanal. Cruzó el nocturno estrellado, perfumado de madreselvas, y la madrugada se vino lenta lentísima, apenas como un resplandor hacia el oriente, esperando que se apagaran las últimas brasas de nuestra desaforada cópula imaginaria.


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