Fui al bosque a pensarte, allí
solitario pude volver a oír el eco de tu voz, de tu risa, de tus gemidos de
placer, dejé que el sol iluminara mi rostro para sentirlo como la tibia caricia
de tu mano o el roce ardiente de tus labios, te imaginé en tu lecho desnuda
imaginándome y me invadió una cálida sensualidad, entonces dejé que el sol
ardiera en mis piernas como si fueran tus dedos jugando, te esperé y esperé,
oculto en la fronda como un fauno en celo, y dejé que tu mano sol luz calor
fuera tocando rozando mi miembro esperando, fue delicia tu mano encendida
enfundando mi verga, fue urgencia laxa no erecta ni erguida, fue un saboreo
delicado, como adormecido, fue deleite tu boca succionando ensalivando lamiendo
el falo quieto y tierno que se dejaba hacer entregado a tus hechizos de hembra
soleada, fue tal el gozo de tus artes fálicas que floreció el príapo y asomó su
glande como un tímido caracol que siente el sol en toda su calentura. Y
despertaron los dioses del estupro y la sodomía, la incesante diosa de la
masturbación y la oscura deidad de los celos infundados, y los sátiros pervertidos
y las ninfas desvergonzadas, y bailaron todos alrededor de la fuente del placer
hasta que vino el atardecer sobre los altos árboles desguarnecidos de pájaros,
y hubo un fuego de hoguera en la serena comarca de la noche. En esa erótica
danza de cómplices epifanías crepitaba tu cuerpo como leña penetrada y se
estremecía el mío como azogue vertido mientras los elfos que espiaban excitados
detrás de los matorrales se manoseaban a si mismos confundidos por aquella perturbadora
bacanal. Cruzó el nocturno estrellado, perfumado de madreselvas, y la madrugada
se vino lenta lentísima, apenas como un resplandor hacia el oriente, esperando
que se apagaran las últimas brasas de nuestra desaforada cópula imaginaria.
domingo, 4 de enero de 2015
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