domingo, 4 de enero de 2015

CUATRO VISIONES DE TUS MUSLOS


Una línea como un arroyo de tibias aguas carnales que baja desde sus rodillas levemente sinuosa hasta desembocar en el pequeño delta de negros y sedosos vellos púbicos, un solemne sol de cobre en el alto oriente de su pálido muslo derecho, en el otro, las sensuales constelaciones de sus machitas lunares, al poniente la oscuridad del vacío sin luz, y abajo esquinada una franja como hoja de afilado cuchillo, de un rojo de dulce betarraga u oscuro granate. Las piernas muy juntas algo inclinadas en femenino pudor, iluminadas en su sexual palidez sobre un fondo penumbroso de paredes blancas que se ven grises fantasmales y vacíos de puertas abiertas que se ven negros como bocas de lobos hambrientos, la misma línea delicadamente sinuosa, las lamidas constelaciones y el lento sol acercándose al inquietante horizonte de las altas dunas de sus rodillas, abajo un arco rojo oscuro de ciruela o de dalia del que aflora un tierno y ralo matorral de pelitos olorosos a vulva húmeda y ansiosa. Las piernas cruzadas, diestra sobre siniestra, la línea apenas sinuosa que sube y se bifurca en el pliegue de la rodilla y su mórbida pantorrilla, y que abajo es interceptada por un rojo de oscura rosa misteriosa o nocturna que asoma a lo largo de todo el límite que delimita los territorios del pubis negado, casta frontera que no deja ver ni un solo pelito, arriba un lánguido piececito se hunde en las sombras del vacío noroeste, en la esencia central la suavidad excitante del interior del muslo donde mi boca y mi mano dejaron ardientes senderos de saliva o indelebles huellas de impúdicas caricias. Last but not least, el exhibicionista esplendor de la siniestra extendida hacia el alto norte, de trémulo muslo a punta coqueta del pie, larga y exultante, los deditos fetichistas pisando exactamente el vértice tridimensional de dormitorio allá en el blanco cielo de molduras sobre muros y puerta, la rodilla como un tremedal voluptuoso, el rosado claro de la uñita del dedo mayor fulgura como otro sol en la altura lujuriosa del deseo, abajo la misma delgada hoja de filoso cuchillo de un rojo oscuro sedoso, perlescente y sangriento que declara el peligro mortal de ir más acá de lo ya brindado.


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