viernes, 16 de enero de 2015

SUEÑO EN TI AMANECIDO


Todo sucedía en silencio, en el inicio de la madrugada aun ciega a la luz, habíamos dormido juntos, abrazados, la noche entibiada por nuestros murmullos y el susurro de mis manos en tu cuerpo acariciando. Te levantabas y yo te observaba aun ebrio de tu perfume, y te seguía contemplando en tus rutinas mañaneras, invisible pero intenso, tú sentía mi mirada en ti y hacía como si solo fueran como siempre mis ojos en el espejo. Te desnudabas, yo, desde el lecho disfrutaba ya excitado tus nalgas ampulosas, tus suaves muslos, la tersura de tu espalda, tu piel poro a poro. (Mi mano iniciaba el rito masturbatorio, sobando y apretando mi miembro). Entrabas en la ducha, el agua escurría por tu cuerpo tal como había escurrido mi boca por tus nocturnos paraísos. Salías del agua purificada y virginal, te secabas en lenta sensualidad, y con delicado recato dejabas anudada la toalla en tu cintura, yo veía tus senos en su vuelo voluptuoso, tus pezones cimbreando en esas cumbres mullidas, caminabas de un lado a otro buscando y ordenando tu vestimenta, incitante y coqueta, con el rostro serio, como si estuvieras sola en tu ámbito cotidiano. (Mi mano ya subía y bajaba en prepucio en un enviciante ritmo onanista). Entonces te sacabas la toalla y así desnuda perfumabas tu cuerpo, tus axilas, tu vientre, tu vulva, yo olía el aroma como en un sueño dentro del sueño, gozaba tu entera desnudez, el esplendor lujurioso de tu piel, la mórbida consistencia de tu carnalidad sublime. (Mi mano aceleraba la masturbación hasta la gozosa eyaculación, extrayendo hasta la última gota densa y caliente del goce fálico de ese íntimo exhibicionismo). Luego comenzabas a vestirte con ordenada parsimonia, negro body, gris claro pantalón, blusa de vuelos azules y blancos, la delgada y suelta camisa del mismo azul, cepillabas el negro oleaje de tu pelo frente al espejo circular mientras yo te miraba absorto sin saber que te soñaba. Te cubrías con una chaqueta del mismo gris del pantalón y finalmente calzabas tus pies. Antes de salir te volvías y nos mirábamos a los ojos, cómplices y amantes, afuera amanecía y la luz entraba en mi sueño dejándome adormecido y laxo en tu tierna oscuridad.


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