miércoles, 7 de enero de 2015

ROJO NEGRO BLANCO

Vas yendo y desde atrás observo con desparpajo de potro encelado tus amplias caderas de hembra madura, tus nalgas plenas, ampulosas e incitantes, en rojo quemado y negro absoluto, tu voluptuosa cabellera cayendo dócil en su negro torrente sobre tu espalda, la actitud segura y altiva de tus brazos caminando hacia el blanco corcel que espera a su amazona estático, metálico e insensible. De lejos de frente en mínimo escorzo el rojo quemado y el negro intenso, la mirada hacía el horizonte desde donde sabes que te deseo, el otro negro bajo ese rojo quemado guarda tus pechos tibios demarcándolos en sus suaves convexidades, y en ellas tus pezones como breves soles escondidos en sus cúspides orgullosas, el escote formal, justo y necesario, tu suave piel que baja hacia el soñado canalillo donde un día derramaré la ardiente saliva de mis besos y lamidos. En excitante y coqueto perfil incitando a pervertidos y sodomíticos pecados en la comba deliciosa y deseada de tus glúteos, y a tiernos requiebros incestuosos en la dulce curvatura de tus senos, la risa pícara en tu boca y en tus ojos, el albo marfil de tus dientes que repite envidioso el pelaje del potro iluminando el soleado paisaje. En el entorno a cielo abierto lo demás son muros de un suave amarillo de rosas verticales, puertas, pequeñas ventanas de vidrios ciegos o enrejados, el gris pavimento, la canaleta por donde escurren las lluvias y la verde grama florecida de blancas florcitas. Por ese rojo quemado te besaré escondido por todo el día, por ese negro rotundo dejaré en tus labios mis besos encendidos, por ese sedoso pelo en su oscuro oleaje iré bordeando tu boca con mi lengua, por esas manos de secretas caricias beberé sorbo a sorbo tu saliva.

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