Vas yendo y desde atrás observo
con desparpajo de potro encelado tus amplias caderas de hembra madura, tus nalgas
plenas, ampulosas e incitantes, en rojo quemado y negro absoluto, tu voluptuosa
cabellera cayendo dócil en su negro torrente sobre tu espalda, la actitud
segura y altiva de tus brazos caminando hacia el blanco corcel que espera a su amazona
estático, metálico e insensible. De lejos de frente en mínimo escorzo el rojo
quemado y el negro intenso, la mirada hacía el horizonte desde donde sabes que
te deseo, el otro negro bajo ese rojo quemado guarda tus pechos tibios demarcándolos
en sus suaves convexidades, y en ellas tus pezones como breves soles escondidos
en sus cúspides orgullosas, el escote formal, justo y necesario, tu suave piel
que baja hacia el soñado canalillo donde un día derramaré la ardiente saliva de
mis besos y lamidos. En excitante y coqueto perfil incitando a pervertidos y
sodomíticos pecados en la comba deliciosa y deseada de tus glúteos, y a tiernos
requiebros incestuosos en la dulce curvatura de tus senos, la risa pícara en tu
boca y en tus ojos, el albo marfil de tus dientes que repite envidioso el
pelaje del potro iluminando el soleado paisaje. En el entorno a cielo abierto
lo demás son muros de un suave amarillo de rosas verticales, puertas, pequeñas
ventanas de vidrios ciegos o enrejados, el gris pavimento, la canaleta por
donde escurren las lluvias y la verde grama florecida de blancas florcitas. Por
ese rojo quemado te besaré escondido por todo el día, por ese negro rotundo dejaré
en tus labios mis besos encendidos, por ese sedoso pelo en su oscuro oleaje iré
bordeando tu boca con mi lengua, por esas manos de secretas caricias beberé
sorbo a sorbo tu saliva.
miércoles, 7 de enero de 2015
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