Miro tu vulva e inicio
un viaje por los pervertidos territorios de antiguas memorias ya sin rostros ni
nombres, un periplo por anónimos e íntimos sabores desperdigados en los años y
por difusas sensaciones de estrujamientos y succiones vaginales, una travesía
que lleva en su inicio la semilla latente del retorno vicioso a tu cisura vertical,
a tu lánguido sexo de perfumados aromas florales. Aojo tu desnudez oculto en el
otro lado del cómplice vidrio azogado, desde ahí te espío y deseo masturbándome
detrás del quieto cristal silencioso, ahí me excito, erecto y rígido, viendo tu
rostro ruborizado por tu enloquecida lujuria digital, viendo tu mano ávida
hurgando en tu rosa abierta y mojada, oyendo tus gemidos mordidos y tu voz sofocada,
oyendo el estallido de las burbujas del agua que hierve en tu goce elemental. Eres
una hembra de sueño que socava los delirios de los insomnios, una medusa
inclemente a los libidinosos ojos que te gozan en la luminosa suculencia de tu
sexo, a la mirada penetrante en tus oblicuos labios, rosados, húmedos, tiernos, deliciosos, que
sonríen invocantes como cárnidos pétalos de una rosa anegada. Solo desearía ahora
verte desnuda sentada en tu lecho frente al espejo con tus piernas bien abiertas,
entonces me materializaría macho real en tu intimidad sellada y te
mordisquearía esos labios verticales, te surcaría esa hendidura olorosa a ti
con mi lengua fálica, te penetraría lingüísticamente, te dedearía tu clítoris
hasta que grites de un goce desbordante, hasta que sudes un sudor vaginal y yo
lo beba desde su fuente para emborracharme de la sabrosura de tu sexo inundado
y abierto.
jueves, 21 de julio de 2016
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