“Como si hubiera
presentido mi ida.”
Mujer, yo hubiera
sido tu hijo, por beberte la leche de los senos como de un manantial (i), por erectar tus pezones al sentir la húmeda
tentación de mi lengua, la sedienta succión de los labios libando tus pechos como
niño macho, por amasar la voluptuosa blandura de esas dunas tibias como hombre
niño, yo hubiera dado la mitad desierta de mi reino por habitar tu útero
durante nueve plenilunios y venir al mundo reptando por tu vagina y asomarme a
la luz de tu día por la mojada voracidad de tu sexo, yo hubiera esperado los
siglos del diluvio aferrado a tu cuerpo penetrado en ti socavando tus entrañas
en la profundidad de tu vientre, atrapado entre las suaves tijeras de tus
muslos, embebido, ebrio, erecto y punzante, yo hubiera escalado los farallones
donde se rompen los sueños arrastrados por la fría realidad irrenunciable que
no pudiste asumir, yo hubiera dejado en tu piel el color de los geranios
florecidos y los aromas de azahares de los mandarinos, yo hubiera depositado en
cada uno de tus poros la miel pura de mi panal, yo hubiera caminado por la hojarasca
de nuestro feliz e inesperado otoño inicial y ahora de este mi invierno de pena
de este día de lluvia, mujer, yo hubiera sido tu semental, por beberte el
jugo de la vulva como de una abierta rosa, hubiera sido tu amante, por beberte
la saliva de los labios como de una copa enamorada, hubiera sido tu jardinero,
por beberte el néctar de los besos como de una heliconia soberana (ii).
(i) “Amor”. Crepusculario.
Pablo Neruda, Santiago, Ediciones Claridad, 1923.
(ii) Repetidas paráfrasis
de los primeros versos del poema “Amor”, de Pablo Neruda.
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