Cuando acabó de
secarse sopesó en el espejo sus senos redondos y altivos (i), y su reflejo turgente viajó como un vaho
carnal hacia los ojos ávidos del fauno oculto detrás de otro lejano azogue
invisible. Era de una belleza interminable. Todo en ella era grande e
intenso: sus muslos de sirena, su piel a fuego lento, sus senos atónitos, sus
encías diáfanas de dientes perfectos, y todo su cuerpo irradiaba un vapor de
buena salud que era el olor humano que (ii) dejaba a las heliconias celosas
y erguidos a los geranios. Tus senos en las copas blancas rebosando sus
exuberantes curvaturas, sus pomposas suculencias, tus senos deliciosos como dos
cálidos poemas edípicos, dos lunas que abren el delirio de la sed y los apetitos
insaciables de morderlos con la sexual ternura del hambriento de ti. Vi tus
pechos en sus curvas maduras y salientes, en la media redondez de dulces frutas
otoñales, con el resabio desordenado de todos los aromas que perfumaron esa
pálida piel a través de los años incrustados en sus poros, y fue como el
revolar de las huríes a la llegada de los guerreros desjarretados,
desventrados, degollados en la guerra santa y condenados luego al eterno
deleite de las altas mozas, menos orgullosas de los racimos de sus senos, del
escudo de su vientre y del delta de su sexo, que alucinadas por el goloso
glogloteo de sus gimientes gargantas de grandes guacamayas blancas (iii). Y
ceñí tus pechos a mi cuerpo, pasé por sus entibiadas redondeces mi mano golosa
y curvé el universo según su nítido contorno, percibí su gustosa tersura
iocática, su blanda saboricidad voluptuosa, su mullida convexidad de secretos
ensueños adolescentes, sus combas que elevan el deseo, erectan la lujuria,
despiertan la necesidad de hundirse en ese canalillo como en una tibia almohada
donde están los rescoldos de las antiguas reminiscencias de oscuros pecados y
de impuros pensamientos. Entonces, en una inefable epifanía y con una
irracional certidumbre sentí que en tus senos trepidan los veranos (iv).
(i) ‘En agosto nos
vemos’, Gabriel García Márquez, novela inédita.
(ii) ‘El amor en los
tiempos del cólera’, Gabriel García Márquez.
(iii) ‘El Sueño de las
Escalinatas’. Contra los templos. Jorge Zalamea.
(iv) ‘Siesta’, Jorge
Gaitán Durán.
Nota.-
El panóptico es un tipo de arquitectura carcelaria, cuyo objetivo es permitir a
su guardián, guarnecido en una torre central, observar a todos los prisioneros,
recluidos en celdas individuales alrededor de la torre, sin que estos puedan
saber si son observados. Su efecto más importante es inducir en el cautivo un
estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento
automático del poder, sin que ese poder se esté ejerciendo de manera efectiva
en cada momento, puesto que el prisionero no puede saber cuándo se le vigila y
cuándo no.
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