viernes, 1 de julio de 2016

MARANGUANGOS


Ir en un rito cavernario a cubrirte hembra y copular como animales salvajes, violentos y carnívoros, cautivos de sus instintos primitivos, de las lujurias primordiales, de las substancias de la sexualidad más pura y esencial, la que brota de las células iniciales en los remotos mares primigenios donde yo ya te buscaba y deseaba como en este hoy a la salida del agua que te acaricia impúdica en la mañana, donde te devoro imaginada desnuda aun con el sabor de tus manos enjabonando tu cuerpo como si fueran mis manos impuras profanando tu abierta intimidad en celo. Soñarnos en una finca de flores y palmeras, solos en los meses de las lluvias y devorarte día y noche en un lecho de brasas oyendo llover, y amarnos como peces, como caracoles, como insectos, como lagartos, como nosotros mismos, mi mondá penetrada entera y dura en tu cuca, mi pichula penetrada entera en tu chucha, mi nabo penetrado entero en tu chora, mi verga penetrada entera en tu vulva, mi pene penetrado entero en tu vagina, buscando en un depravado vocabulario los libertinos límites del goce que se venera en los burdeles de luces rojas y en los oscuros callejones del vicio. Una sed de otras aguas, más íntimas, más densas, mas tuyas, que no se calma con agua ni vino, sino con tu saliva desbordando en tu boca, tu sudor derretido por los pliegues y oquedades de tu cuerpo, con tus fluidos vaginales que gotean lentos y densos del molusco de cuatro pétalos que se adhiere sajado a tu pubis, con tu orina de líquido cristal amarillo vertida caliente en mi manhuaco, esa insaciable sed desvergonzada de ti, esa sed.


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