Ir en un rito
cavernario a cubrirte hembra y copular como animales salvajes, violentos y
carnívoros, cautivos de sus instintos primitivos, de las lujurias primordiales,
de las substancias de la sexualidad más pura y esencial, la que brota de las células
iniciales en los remotos mares primigenios donde yo ya te buscaba y deseaba
como en este hoy a la salida del agua que te acaricia impúdica en la mañana,
donde te devoro imaginada desnuda aun con el sabor de tus manos enjabonando tu
cuerpo como si fueran mis manos impuras profanando tu abierta intimidad en
celo. Soñarnos en una finca de flores y palmeras, solos en los meses de las
lluvias y devorarte día y noche en un lecho de brasas oyendo llover, y amarnos
como peces, como caracoles, como insectos, como lagartos, como nosotros mismos,
mi mondá penetrada entera y dura en tu cuca, mi pichula penetrada entera en tu
chucha, mi nabo penetrado entero en tu chora, mi verga penetrada entera en tu vulva,
mi pene penetrado entero en tu vagina, buscando en un depravado vocabulario los
libertinos límites del goce que se venera en los burdeles de luces rojas y en
los oscuros callejones del vicio. Una sed de otras aguas, más íntimas, más
densas, mas tuyas, que no se calma con agua ni vino, sino con tu saliva desbordando
en tu boca, tu sudor derretido por los pliegues y oquedades de tu cuerpo, con
tus fluidos vaginales que gotean lentos y densos del molusco de cuatro pétalos
que se adhiere sajado a tu pubis, con tu orina de líquido cristal amarillo vertida
caliente en mi manhuaco, esa insaciable sed desvergonzada de ti, esa sed.
viernes, 1 de julio de 2016
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