lunes, 18 de julio de 2016

INICIOS DE SEDUCCION


Vi tus ojos de misterioso gris o tenue verde o leve azul soñado y entré en una umbrosa selva de aromas de flores difusas, de siluetas ocultas en los follajes, de dulces néctares prohibidos, de quieta e imposible lejanía, y vi tu pelo de rebelde sirena recién arribada en la espuma a la playa de mis tibias arenas, y quise desentrañar los secretos que había bajo los blancos breteles y saber lo que traías en tus manos llenas de anémonas y magnolias. Y vinieron sueños alados como gaviotas extraviadas, reminiscencias de un lugar y un tiempo rescatados de mi memoria de náufrago profano que me hubiera gustado poseer de tus ojos sin rastros en mis recuerdos y de tu piel intocable como un declarado tormento en las sensuales discontinuidades del deseo. Ahora busco la complicidad de las palabras en el silencio del verbo manuscrito, de lo que se lee y se calla entre el pudor y el encanto, en el tímido asedio del que descubre con asombro los indescifrables matices de un color desconocido. Y prolongué el hechizo más allá de tu desdén de musa negada, soñé sin consentimiento las lisuras escondidas de tu piel, la geografía impura de tus relieves sagrados, valles, dunas, cárcavas y lunas en sus delicados ponientes bajo aquellos blancos breteles, busqué como un explorador en celo las marismas de las saladas aguas donde duermen las algas rubias de tus cabellos en lujurioso desorden, y habitan sigilosas la carnívora anémona (i) de tu vulva y la rosada magnolia (ii) de tu boca.

(i) Actinia equina
(ii) Magnolia liliiflora


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