lunes, 18 de julio de 2016

SODOMANCIAS


Miro tus amplias y mullidas nalgas con su surco impenetrado, virgen incluso de pensamiento e intención, te observo desde atrás completamente desnuda, inmerso hundido naufragado inserto en tus macizas carnes voluptuosas, e inicio como un erecto animal en celo un depravado viaje por sodomíticos paisajes con machos bestiales cubriendo sus hembras en verdes campos de pastos crecidos, en umbrosos bosques lluviosos, entre los matorrales de los páramos y en los calientes arenales costeros, fieras babeantes montando sumisas fieras abiertas al estupro, a la violación consentida, a la quieta y mansa analidad dolorosa. Veo y gozo el imponente volumen de tus glúteos, esa hembredad desbordante de ancas dispuestas a la caricia impúdica, al pellizco indecente, a los dedos impuros que abren y desvirgan con delicada inserción, a la instintiva salivación y subsiguiente lamido surcando ensalivando lubricando para la piadosa y después brutal penetración final. Observo excitado tus curvas llenas, los ampulosos pliegues que separan cárneas hendeduras, la abundancia sensual de tus carnudas corvas, lo sexual rebalsado hasta el delirio, la apretada puerta en blanda fisura que oculta al temeroso ojal que ciñe golosos príapos o hurgantes dedos como una gracia concedida a las pervertidas esperanzas del potro semental, la zanja entre blanduras, el ano imaginado como una pequeña y apretada flor palpitante, la tentación de caníbales mordiscos en el sublime éxtasis de la carnal exuberancia. Imagino entonces la obscena escena del rosado intenso brillante glande de mi verga erguida endurecida sensibilizada surcando ese canal de las delicias, punzando el ano hambriento de carne rígida, a punto de consumar el sacrílego y atávico ceremonial del sexo cuadrúpedo.


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