jueves, 26 de diciembre de 2013

FALSAS PIRAÑAS


Si estabas en el río de aguas zainas cuando vinieron las seudo pirañas y sentiste que te mordisqueaban las piernas, no, no eran ellas, era yo que te soñaba en la modorra calurosa de la siesta. Vos sabés que siempre nado entre las aguas turbias y pardas oculto en las arcillas y bajo las sombras fluctuantes de los camalotes, sabés que soy un sátiro pez carnívoro y espurio, lúbrico y monótono, de insaciables instintos primitivos que medra en los mullidos cuerpos de las sirenas, en sus tiernos pliegues y sus pudorosos rincones, en sus oquedades, en las intimidades húmedas y abiertas de sus cauces florales, en sus perfumados canalillos y en sus uñas de gatas furiosas. Me trajo el río sumergido desde el pantanal de tu silencio arrastrado por el sabor a hembra de ti en sus aguas que se esparció por la cuenca de junglas y humedales despertando a los machos dormidos en las arenas de cuarzos y esmeraldas ebrios de orquídeas y magnolias pero sedientos siempre de tu saliva embancada en los besos de la noche sin luna que dejaste perdida de tus manos. Te vi anegada inconclusa perentoria y surqué desesperado la corriente atravesada tras la carnada viva de tus pechos y tus caderas, del aparejo pescador de tu olor que se curva y tensa cuando estás en celo y quedé atrapado en la red de tu piel desnuda entre los inocentes surubíes y el espejismo de los dorados. Entonces, así enganchado en el dulce anzuelo de tu presencia alcancé a lamer morder tus piernas embebidas de las aguas incesantes y pude justificarme en la misteriosa migración que me trajo otra vez como silueta o sombra por el ancho río hasta vos.

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