Rojos de besos, de la uñas de tus pies, el rojo
breve en tu pubis, en la sedosa bata, en la dulce lujuria inicial de los besos con
sabor de hierbabuena, manos que hurgan rozan acarician, labios bocas lenguas
desatadas en una vorágine de deseos que se van consumando lento lentísimo
atrapados entre el rojo y los ojos que se miran cómplices y excitados. Los
dedos que rozan hunden giran en el vértice vórtice humecido deshojando abriendo
los rosados pétalos de la flor escondida, el fervor de mi boca lengua en tu
vulva descubierta bajo el rojo satinado, los ralos vellos atrapados por mis
labios, tus quejidos y tus estremecimientos, tus manos en mi pelo para contener
pudorosa pero sin querer ni por un instante apaciguar los salvajes lamidos de
mi lengua, tu respiración sofocada en la porosidad del atardecer de los barcos,
en la opacidad de las brasas del lecho ardiente, en la turbulencia enloquecida
de los sentidos sensibilizados por la intensidad de todos los sabores. La
tregua de mis labios enviciados en el rosa carnal de tu pezón dormido, abocados
a su estremecida perdición incestuosa, el rojo sexy erótico impúdico, el rojo
furioso incitante excitante exultante, el rojo absoluto del sexo florecido, el
rojo brillante, sus reflejos iridiscentes sobre tu piel desnuda, el húmedo
caracol que fue escribiendo sus verbos en el nácar de tus muslos, tu boca, tu
mano, tus dedos atrapando mi virilidad sensible e inhiesta, los tímidos roces,
su tierna manipulación y la delicada persuasión que me llevaron al derramado
abismo del éxtasis. Todo fue delicioso, el mojito bebido en un íntimo boca a
boca y que se esparce en tibias salivas por la arqueada geografía de los
cuerpos sedientos, el chocolate menta en los besos siempre pocos, la camisola
gris perla claro, el chocolate en su signo fálico y el mojito en su compartida
simbología secreta, el camembert y el café que fueron cerrando la noche con la
quietud del amor consumado. Nada había al azar sino solo nuestros deseos sin
recatos desatados y algunas pequeñas perversiones. Aun así siguen pendientes el
sumo de damasco bebido ahí en la párvula copa de tu ombligo y los besos en tu
espalda, tus pies y tus axilas, el sensual conteo de tus pecas una a una en sus
secretas constelaciones, y tu boca y tus manos y tu cuerpo entero en mí
derramando sus castas ternuras y sus tímidas lujurias. Aun me queda tanto por
recorrer en ti que alguien cuyo rostro abarcó tu rostro se soñará por muchas
noches subsiguientes inserto en ese rojo embriagado de ti.
martes, 24 de diciembre de 2013
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