martes, 24 de diciembre de 2013

ROJOS DE ATARDECER


Rojos de besos, de la uñas de tus pies, el rojo breve en tu pubis, en la sedosa bata, en la dulce lujuria inicial de los besos con sabor de hierbabuena, manos que hurgan rozan acarician, labios bocas lenguas desatadas en una vorágine de deseos que se van consumando lento lentísimo atrapados entre el rojo y los ojos que se miran cómplices y excitados. Los dedos que rozan hunden giran en el vértice vórtice humecido deshojando abriendo los rosados pétalos de la flor escondida, el fervor de mi boca lengua en tu vulva descubierta bajo el rojo satinado, los ralos vellos atrapados por mis labios, tus quejidos y tus estremecimientos, tus manos en mi pelo para contener pudorosa pero sin querer ni por un instante apaciguar los salvajes lamidos de mi lengua, tu respiración sofocada en la porosidad del atardecer de los barcos, en la opacidad de las brasas del lecho ardiente, en la turbulencia enloquecida de los sentidos sensibilizados por la intensidad de todos los sabores. La tregua de mis labios enviciados en el rosa carnal de tu pezón dormido, abocados a su estremecida perdición incestuosa, el rojo sexy erótico impúdico, el rojo furioso incitante excitante exultante, el rojo absoluto del sexo florecido, el rojo brillante, sus reflejos iridiscentes sobre tu piel desnuda, el húmedo caracol que fue escribiendo sus verbos en el nácar de tus muslos, tu boca, tu mano, tus dedos atrapando mi virilidad sensible e inhiesta, los tímidos roces, su tierna manipulación y la delicada persuasión que me llevaron al derramado abismo del éxtasis. Todo fue delicioso, el mojito bebido en un íntimo boca a boca y que se esparce en tibias salivas por la arqueada geografía de los cuerpos sedientos, el chocolate menta en los besos siempre pocos, la camisola gris perla claro, el chocolate en su signo fálico y el mojito en su compartida simbología secreta, el camembert y el café que fueron cerrando la noche con la quietud del amor consumado. Nada había al azar sino solo nuestros deseos sin recatos desatados y algunas pequeñas perversiones. Aun así siguen pendientes el sumo de damasco bebido ahí en la párvula copa de tu ombligo y los besos en tu espalda, tus pies y tus axilas, el sensual conteo de tus pecas una a una en sus secretas constelaciones, y tu boca y tus manos y tu cuerpo entero en mí derramando sus castas ternuras y sus tímidas lujurias. Aun me queda tanto por recorrer en ti que alguien cuyo rostro abarcó tu rostro se soñará por muchas noches subsiguientes inserto en ese rojo embriagado de ti.

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