domingo, 29 de diciembre de 2013

INSOÑADOS


"Estamos hechos de la misma materia que los sueños.” La tempestad, W. Shakespeare.

No me soñás, no te sueño, somos dos patéticos y pírricos vencedores de nuestros deseos vagabundos, sedientos de los néctares escanciados en la otra piel derramados, hambrientos de las carnales sensaciones que nos iban devorando por los días. Te imagino una y otra vez con una blusa de arabescos blancos y negros, fumando, con un pañuelo de seda al cuello, de tacos altos, de mentón levantado y uñas bien pintadas, distante, perfumada y con el rostro muy serio, es solo en la noche, en los sueños que he perdido, cuando te veo como las malas costumbres mandan, y es ahí, en esa nocturnidad silenciosa que siento que me apabullas, me violentas, me abusas, que me hacer sentir como un macho niño embobado en una pasión incomprensible. Ya no me soñás, ya no te sueño, somos dos patéticos perdedores vencidos por la miseria de lo cotidiano, por las doscientas noventa leguas que nos separan invencibles, por la certidumbre dolorosa de la imposibilidad de la tarde donde nuestros deseos irían verter sus íntimos licores devorando la impalpable consistencia de ese día. Te imagino una y otra vez sobre el lecho, desnuda anhelante de mi boca obscena, de mis labios invasores, de mi lengua pervertida, de mis manos untadas en ti, de mis dedos enredados en la selva oscura de tu pubis, de mi miembro urgido por navegar en las corrientes estremecedoras de tu vulva. Ya no me soñás lamiendo tu cuerpo de pebeta linda con los desparpajos de la lujuria, escarbando la perturbadora tibieza de tus axilas o la incestuosa calidez de las medialunas bajo tus pechos, sorbiendo una a una las gotas de tu sudor, bebiendo hasta la ebriedad del éxtasis los densos fluidos de tu sexo. Te imagino sin soñarme atrapada en los fragmentos quebrados del hechizo, a veces llorando del mal de amor, otras mirando las lluvias que no llegan por la ventana de siempre, vacía de mí y de todo, extranjera en tus propios dominios de gata encelada, solemne en la dignidad virginal de tu martirio.   

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