“Somos adictivos a
todas las cosas que nos producen placer”, H. Maturana.
Traspapelados, no veremos las luces de los
barcos ni como se va difuminando el horizonte terrestre convirtiéndose por
magias de fauno en un lejano nocturno marino, no estaré ahí contigo juntos muy
juntos asomados a la ventana silenciosos ante ese paisaje de mar de noche que
solo existe para el nosotros, tampoco para escuchar llover de verdad en medio
la madrugada aun oscura. He perdido el fetiche de tus risitas en aquellas sensualidades
previas que se me quedaron sin decodificar, perdí los mojitos y los besos, y el
misterio extenso de tu piel cuando cierras los ojos. Perdimos también el haber
vivido el encanto la lluvia del sur, esas lluvias fabulosas, a cantaros, donde todos
los verdes resplandecen, la lluvia sobre el estero, sobre el río, los pájaros
ateridos escondidos en los follajes, las nostalgias que salen a cabalgar apocalípticas
por los campos desolados de los recuerdos de las memorias, los pastos en sus
verdores atrapando las lluvias en sus pequeños cristales. Pero ya no hay salida,
debemos asumir que el destino cumpla lo que ya estaba escrito. Tú perdiste la
instancia de cerrar tus ojos deseándome en tus largas noches sin sueño en una
tormenta de celaciones y deseos, yo perdí el exquisito espectáculo del sudor escurriendo
en tu piel anegada, por tu cuerpo desnudo de estatua pudorosa, de esfinge
beata, perdí el verte alguna vez con ropa interior sexy o atrevida, con medias
y tacos muy altos, en negro o en rojo, siempre recostada en tu lecho como una
Cleopatra asustada en las penumbras de los verdes cortinajes. Yo perdí el sabor
vedado de tu sexo, el gusto a hierbabuena de tu boca, el dejo voluptuoso de tu
piel lamida con fruición en los atardeceres del destiempo, tú perdiste una voz
que te incitaba al pecado sin decirlo, mi aliento quemante en tu cuello, en tu
oreja o en tu pezón, sensibilizando tu reticencia y tus miedos. Ahora en el
destierro o el autoexilio creo que todo fue una amorosa exploración virtual por
el mísero mundo real, un buscar asombrados donde terminaban los sueños y
comenzaba la realidad, así confundidos quizá fuimos otros, un arcángel
abortado, una condesa velada, pero en fin, nos quedaremos sabiendo que bien
valió el intento.
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