sábado, 21 de diciembre de 2013

SABORES


Y fue en la boca de la noche que encontré tu saborcito enredados entre mis dedos, fue bajando del undécimo cielo cuando me di cuenta que persistías en mi piel incrustada como una pequeñita ternura de amor reinante. Y es que se fue soñando mi mano por el interior de tus mórbidos muslos tal como lo había soñado y tu boca reía hermosa ahí tan cerca que mi boca te besaba en el sabor de tu saliva y bebía de tu lengua incesante un delicioso gustillo a nostálgica hierbabuena. Y te soñé tan intensamente que te soñé en mi boca en mi mano, te soñé en blanco sedoso semidesnuda sobre tu lecho excitada y yo me soñé aun vestido excitado en tu lecho devorando tu cuerpo sediento con la lentísima hambre del lobo niño extraviado. Y cuando ya se encendían las luces de los barcos sin que las viéramos te fui observando de a pedacitos, por incitantes fragmentos, los ralos vellos oscuro de tu pubis, ese tímido pezón breve y rosadito como escondido donde fui macho niño naufragado, las pequitas de las piernas, los suaves muslos pálidos, tu ombligo copa dulce en cavidad vertida, y te saboreé a destajo por el interior de tu codo, por tu cuello y tu orejita en la intensidad del atardecer que aguardaba afuera para hacernos lúbricos cómplices nocturnos. Y fue quedando tu sabor adherido como un tatuaje que no se borrará nunca porque no está en los dedos ni en los labios sino en la memoria profunda de las cosas inolvidables junto con tu rostro de niña alucinada por lo que ibas sintiendo, por ese oleaje que te arrastró sin más a las arenas ardientes donde yo silencioso esperaba esa misteriosa felicidad que tuvo tu sabor aroma con su resabio de licor embriagante, y otra vez la noche iba cuajando de a poquito como no queriendo para no dejar que me escapara y yo calladito hacía como que no sabía y te seguía paladeando extasiado con tu sublime y eterno relente de lima azucarada. Y aun poseo tu sabor a mojito en la memoria sedienta de mis labios que te bebieron sorbo a sorbo insistentes porque no sé si te diste cuenta que no dejé escurrir agua por mis manos para que así te vinieras conmigo. Cierto que esperé tu mano reciproca pero tú ya andabas en el aire revoloteando entre las mariposas y el deseo. Y fue como si un fauno se metiera en tu cama mientras tú soñabas con un fauno angelical acariciándote en tu lecho y te entregabas a su sensual voluntad voluptuosa y te dejabas hacer sentir embobada en los ceremoniales del sexo que iba escurriendo lento lentísimo hasta ese quedarnos otra vez con más deseos que antes pero igual saciados.

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