lunes, 20 de abril de 2015

ACOPLES


Verdad es que físicamente mis manos no acarician tu cuerpo, que mi cuerpo no se impregna dentro del tuyo, que nuestras bocas no se encajan en los mordidos besos de los amantes desesperados, es muy cierto que florecemos en valles distintos, con otras aguas y otros soles, pero aun así tocamos los límites de placer y los traspasamos con las vehemencias de los que solo se tienen en las vívidas imaginaciones del deseo desaforado. Es en el delicioso despertar que alcanzo a oír tu voz y hacer que mi voz te excite, sentirnos juntos, piel con piel, en una experiencia maravillosa de tactos incitando las yemas de los dedos, de mojados labios entreabiertos, de vulva escurriendo su almíbar y de verga en tensa erección, de imágenes que colman los espacios vacíos con los delirios del mirón y la coqueta, de la hembra que se pavonea exquisita en su exhibicionismo lascivo y del macho que se masturba enredado en las algas de su voyerismo vicioso. Tu me haces vivir intensidades inesperadas, me calientas, me yergues, me instas al goce corporal, a dejarme desbordar por mi sexualidad y buscar otras sensaciones, a pervertirme pervirtiéndote, a sumergirnos en la viscosa ciénaga de la lujuria y ser peces arrastrados por los oleajes del vicio que desmorona voluntades, pudores y temores, y entregarnos como salvajes animales en celo a los inconclusos ritos del pecado que unta y penetra, que estremece y desasosiega, que arde en la profunda oscuridad de lo que realmente somos, solitarios seres sexuados buscando la plenitud que justifica lo vivido y lo por vivir hasta la última eternidad.


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