lunes, 27 de abril de 2015

FOTOGRAFIA DE PROHIBIDA REPRODUCCIÓN


Tú ahí, sentada a la mesa del mediodía, como una inspiración culinaria, abriendo el apetito otro, para comerte a mascadas sin sal ni limón, con lento deleite sibarítico, con cáscara y todo, sin ni sacarte esa blusa bonita de negros y blancos recovecos, de amplias y anchas curvaturas, como misteriosas e inmensas flores desarmadas, un intenso negro sobre el pezón dormido, la cadenita de metal que se pierde en el tibio canalillo, así nomás, regia, calentoncita, como casi nunca sonriendo, con ese escote recatado y esas manitos como el perfecto detalle erótico, porque las he sentido en mi cuerpo desnudo, hurgando sobando acariciando masturbando, incluso más, aferradas a mi miembro, erectándolo, incitándolo a la vertida y sabrosa eyaculación, la mesa blanca como un altar profano, el vaso ya vacío, el ají rojo picante, la mantequilla del último tango quizás, el cuchillo y las tintineantes pulseras gitanas, la piel de tus brazos descubierta con tierna y breve impudicia, el mimbre de la panera que rememora, sexual símbolo de un sueño, tus cimbreantes caderas en el desespero final de la cópula, las perlescentes y rosadas uñas, duras rosas pícaras que un día arañaron la suavidad viril de mi espalda, la porcelana blanca y azul del pocillo es un pequeño mar donde navegan tus deseos, tus ojos claros, tu pelo claro, la quieta persistencia de tu sonrisa, atrás las veloces aspas eólicas, la lámpara colgante de luminoso cristal encendido, las brillantes maderas con las ventanitas de tren cruzando las lluvias y las cenizas de sureño volcán de tu vida, y también otras anónimas siluetas, silenciosas, pintadas difusas en el gobelino del íntimo paisaje total para resaltar la esencia voraz de tu boca.


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