sábado, 4 de abril de 2015

INESPERADO ENCUENTRO MAÑANERO


Es un azul desvaído, o gris claro o plomo sucio el que oculta una tetamenta descomunal, ampulosa, aunque caída ya por su tamaño y su blandura y quizá por los años que no parecen muchos pero que pesan cuando son sufridos y duros. Sin sostén que sujete esos mullidos pechos vencidos, las protuberancias de los pezones esplendecen marcadas en la tela, punzando como notorios garbanzos, las grandes areolas se imaginan, se intuyen, se adivinan como enormes monedas de íntimos cobres carnales, oscuras talvez para confirmar la frugal fantasía de ese busto hiperbólico, de esos senos maduros, agobiantes, de esas tetas otrora imponentes cuando la juventud latía en ellas exultante. La charla se alarga para seguir gozando el edípico espectáculo, ella ingenua juega el juego sin saber que lo juega, el sol ya quema a media mañana, allí en la vereda de la intersección, de la convergencia que se bifurcará en un nunca pensado y un imposible soñado. De ojos color miel y pómulos sonrosados, bajita, gordita, desgastada por una vida de hierba silvestre en los pedregales de un mal destino de páramo o desierto, sus cabellos claras greñas toscas, imperfumada, imperfecta, desaliñada, ni una pizca de coqueta, pero poseedora de una salvaje sensualidad misteriosa que no se corresponde con su voz, su actitud, su figura, como un instinto animal que corroe la racionalidad, el pleno dominio y la férrea formalidad necesaria para que el azar no intervenga con sus naipes marcados. Lo lascivo solo está en la mirada que devora el azul desvaído, o gris claro o plomo sucio, en la sensación hedonista que genera esa cercanía cristalizada en la breve distancia de un paso. Es lo erótico en su más transparente pureza de instinto impuro, lo insinuante que fluye como un río kárstico, subterráneo, sin vertiente ni drenaje, un pozo ciego que contiene en sus lúbricas aguas el origen de un sacrílego brebaje prohibido.


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